En el libro de Éxodo, capítulo tres, encontramos a Dios revelándose a Sí mismo a Moisés hablándole desde la “zarza que ardía en fuego”. En ese punto Moisés había estado apacentando ovejas en el desierto por cuarenta años. Recuerde que el pasó los primeros cuarenta años de su vida en la casa de Faraón, rey de Egipto, como su hijo adoptivo—disfrutando de todos los privilegios de su posición exaltada. Luego el mató a un hombre egipcio mientras trataba de defender a uno de sus hermanos hebreos y tuvo que huir por su vida. Ahora que Moisés tiene ochenta años de edad y humillado por sus circunstancias, ¡Dios está listo para usarlo! Mientras camina atendiendo la manada de ovejas, el ve una especie de arbusto de desierto que se quemaba. De por sí eso era inusual, pero aún más extraño era el hecho de que el arbusto seguía ardiendo sin ser completamente consumido. Esto, por supuesto, llamó su atención—y eso era precisamente lo que Dios quería. Cuando el se acercó a la zarza Dios le habló en una voz audible, le dijo que no se acercara más, y que se quitara sus sandalias porque el estaba parado sobre “tierra santa”. Luego Dios continúo diciéndole a Moisés que El era el Dios de su padre (Amram), el Dios de Abraham, Isaac, y Jacob. Moisés estaba aterrorizado por todo esto y escondió su cara porque el creía (como muchos otros santos del Antiguo Testamento) que uno moriría si veía a Dios. Pero Dios continua hablando con el y le hizo conocer que el había sido escogido para dirigir el pueblo de Dios—los hijos de Israel—fuera de la esclavitud de Egipto. Luego Moisés trató de comenzar a buscar excusas. Su primera excusa tenía que ver con su estado de bajeza: "¿Quién soy yo para ir a Faraón?" La respuesta de Dios fue que El estaría con el.
Luego Moisés trata de dar su segunda excusa implicando que el pueblo no lo escucharía porque ellos preguntarían, "¿Cuál es Su nombre?" En otras palabras, ¿cuál es el nombre de este Dios que estamos supuestos a servir? Este pueblo había estado en esclavitud por más de 400 años y había olvidado todo acerca de Dios, ¡pero El no los había olvidado a ellos! Después El le dijo a Moisés en el versículo 14: "Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros."(Biblia RV)
Este confuso nombre “YO SOY” en el Hebreo es expresado por las consonantes YHWH (la cual los judíos llaman el "Tetragrámaton"—el gran e inexpresable nombre de Dios). De ahí obtenemos el nombre Jehová. Los judíos sienten que este nombre es tan santo que ellos no intentarán pronunciarlo. Pero Dios le mandó autoritativamente a Moisés a que usara Su nombre para acercarse a los esclavos hebreos en Egipto. Hoy sabemos, por virtud de la enseñanza del Nuevo Testamento, que el Jehová del Antiguo Testamento es el Jesucristo del Nuevo. Entonces con este entendimiento, miremos al evangelio de Juan para ver que el Señor dio a conocer Su deidad a cualquiera y todo aquel que la recibiera.
En el capítulo cinco de Juan encontramos al Señor sanando a cierto hombre de entre “una gran multitud” de un pueblo enfermo. Ellos estaban esperando por un ángel que "agitaba las aguas" del estanque de Betesda. Según la historia, el primero que llegara hasta el agua después que el ángel la hubiese agitado, sería sanado milagrosamente. El Señor simplemente se presentó al lugar y seleccionó a uno de entre los muchos y le dijo "Levántate, toma tu lecho y anda". El hombre se levantó, tomó su lecho (o camilla), y se fue caminando después de haber ¡estado enfermo por 38 años! Naturalmente esto llamó la atención de varias personas y como era día de reposo los “fanáticos religiosos” en la multitud lo criticaron por cargar su lecho. Sin importar que tan notable fuera el milagro que acababa de ocurrir— ¡ellos estaban más preocupados por sus reglas y mandamientos hechos por hombres que el Mesías de Israel! Siempre debemos recordar que los milagros que Jesucristo realizó eran específicos, selectivos y diseñados para demostrar y autentificar Sus credenciales como el tan esperado Mesías. Este acto de sanidad milagrosa—en el día de reposo—fue el comienzo de la activa Resistencia de tanto el liderazgo religioso como político de Israel contra Cristo. La ley de Moisés prohibía cualquier trabajo en el día de reposo, pero la tradición rabínica por cientos de años había estrechado la definición de trabajo a unos extremos ridículos. La instrucción del Señor al hombre de arreglar su cama, ¡en ninguna forma es una violación de la ley original!
Después de este incidente, el Señor continúo sanando al enfermo y echando demonios e hizo todo tipo de milagros que demostraron a la vista de todos que El era verdaderamente el Hijo de Dios—el Mesías. Miles fueron alimentados por cinco panes y dos peces, Cristo caminó sobre el agua para alcanzar a Sus discípulos en al Mar de Galilea, y luego grandes multitudes comenzaron a amontonarse en cada lugar donde El estaba, en lo que se convirtió en una atmósfera de carnaval. La mayoría de ellos lo buscaban para verlo “hacer unos trucos más” divertirlos y asombrarlos, pero El usó cada oportunidad para enseñar y presentar los principios y preceptos de Su reino. Le hacían más y más preguntas a El para que demostrase alguna “señal” de que El era el Mesías. En el versículo 30 del capítulo seis esta señal es demandada. Y luego en el versículo 31 ellos mencionaron a sus padres (los hijos de Israel después de salir de Egipto) comiendo maná en el desierto—"pan del cielo"—insinuando fuertemente que El milagrosamente les proveyera maná como una señal aceptable.
En vez de ceder a sus deseos, el Señor hace un comentario en el versículo 35 donde El dice, "Yo soy el pan de vida…" Si no somos cuidadosos, leeremos esto casualmente y ¡nos perdernos totalmente de lo que El realmente dijo! ¡Esta es la primera de 14 declaraciones de "YO SOY" hechas por el Señor que son registradas en el evangelio de Juan! Quizás nosotros fallamos en verlo, ¡pero ciertamente los judíos no! Note el versículo 41 donde se nos dice que los judíos "murmuraban de el porque había dicho, Yo soy el pan que descendió del cielo." Note también en el versículo 42 donde ellos discuten entre sí su desdén por El basados en su familiaridad con El y Su familia. En otras palabras, "¡Nosotros lo conocemos y no hay forma de que este tipo pueda ser el Mesías!" luego en el versículo 51 El cambia Su declaración ligeramente y dice, "Yo soy el pan vivo que descendió del cielo…”
En el capítulo ocho encontramos un recuento interesante de como los escribas y fariseos trajeron una mujer a Cristo en un intento desvergonzado de “tentarlo” o probarlo. De acuerdo a su acusación, esta mujer había sido sorprendida en el mismo acto de adulterio y ellos le recordaron pomposamente al Señor que la Ley de Moisés condenaba esta ofensa con muerte por lapidación. Luego ellos quieren saber que El tenía que decir al respecto—esperando encontrar alguna causa por la cual ellos pudieran acusarle. El Señor sabía lo que había en sus corazones y rápidamente "les viró la torta". En vez de debatir la legalidad de la situación, El meramente los retó diciendo que si había alguien entre ellos que estuviese sin pecado, ¡que tirara la primera piedra! La Ley de Moisés requería que el acusador tirase la primera piedra, por lo que esta fue la forma del Señor de afilar la situación. El sabía que las conciencias de estos hombres no les permitirían llevar a cabo el hecho, además que la ley romana lo prohibía.
Para demostrar que tan hipócrita era todo el asunto, el hombre con el que la mujer supuestamente había cometido adulterio ni siquiera fue traído con ella. Después que el Señor despidió a la avergonzada y humillada mujer, entonces El hace la declaración, "Yo soy la luz del mundo…", a lo que respondieron los fariseos, "Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero." Durante el siguiente intercambio entre Cristo y los fariseos, El hace una de Sus pronunciamientos más severos concerniente a ellos en el versículo 44:
“Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira."(Biblia RV).
Picados por esta evaluación afilada de su condición y posición, los fariseos continuaron abrumando al Señor y en eso hacen una referencia pasante a "nuestro padre Abraham" (v.53). Luego en el versículo 56 y el siguiente, aludiendo a la mención de Abraham, Jesús dijo:
" 56Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó. 57Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? 58Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy. 59Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue." (Biblia RV, Juan 8:56-59).
Esta declaración de Su deidad fue considerada por los fariseos como blasfemia y ellos estaban tan airados por la aserción que “perdieron los estribos” ¡e intentaron apedrear a Cristo ahí mismo! Su acción fue una violación de la ley romana y probablemente hubiera resultado en un castigo severo para ellos si hubiesen sido exitosos en llevarlo a la muerte. Y de esto podemos ver que ellos llanamente no estaban tan dispuestos a considerar la evidencia abrumante que apoyaba su afirmación de Su deidad.
Luego en el capítulo nueve encontramos al Señor pasando cerca de un hombre ciego—ciego de nacimiento—y Sus discípulos le preguntaron que quién había pecado y era responsable de su ceguera, el o sus padres? (Los judíos creían que el pecado era la causa de tales enfermedades). El Señor respondió que el pecado no era la causa, y en efecto el estaba ciego realmente ¡por la soberanía de Dios! El estaba en el lugar correcto exactamente al momento correcto para Jesucristo sanarlo y así demostrar una vez más Sus credenciales mesiánicas.
En el versículo 5 el Señor dice, "Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo”. Luego El se sentó en la tierra e hizo lodo con el que El ungió los ojos del hombre ciego. (Los judíos pensaban que la saliva ayudaba en enfermedades del ojo). Luego le fue dicho al hombre que fuera y que se lavase en el estanque de Siloé—lo que el hizo y recibió la vista. Cuando se esparció la noticia de que Jesús había realizado otro milagro (también en el día de reposo), los fariseos se tomaron para sí el oficio de enterarse de todos los detalles.
Cuando el hombre explicó que sus ojos habían sido ungidos con lodo, inmediatamente los fariseos objetaron porque el hacer lodo en el día de reposo era una violación de la ley de Moisés ¡Se repite la historia! Esto instigó una lluvia de afirmaciones y contra afirmaciones de entre la gente, pero nadie podía negar el hecho que otra vez había ocurrido un milagro. Los fariseos continuaron cuestionando al hombre que antes era ciego así como a sus padres, tratando lo mejor para encontrar alguna razón concreta por la que pudieron acusar a Cristo de blasfemia y deshacerse de El. Los padres del hombre eran obviamente evasivos en sus respuestas, porque como nos dice el versículo 22 del capítulo 9, los fariseos ya se habían puesto de acuerdo entre ellos de que castigo usarían en contra de cualquiera que afirmara que Jesús era realmente el Mesías. Aquellos quienes se atrevieran a hacerlo serían echados de la sinagoga—lo cual resultaría en ser rehuidos de la sociedad y efectivamente desposeídos y desheredados. Para su crédito eterno, el hombre que antes fue ciego encaró a los fariseos y les dijo sarcásticamente que ¡el milagro hablaba por sí mismo! Ellos podían discutir y evadir todo lo que quisieran, pero ellos no podían negar el hecho de que ¡solo Dios podía hacer tal cosa! En respuesta, ellos "lo expulsaron" de una vez de la sinagoga.
Cuando el Señor se enteró que esta acción había tomado lugar inmediatamente encontró al hombre, lo trajo a un conocimiento Salvador de El, y recibió alabanza de el. Luego los fariseos comenzaron a confrontar directamente al Señor con su animosidad y El les respondió en forma de parábolas—ilustraciones diseñadas para enseñar verdades espirituales. Ya que los fariseos eran todo menos espirituales, las parábolas solo tenían significado para aquellos a quienes Dios se lo revelara. Esta realidad es mostrada en el capítulo 10 versículo 6, después que el Señor usó la parábola de "El buen Pastor y Sus ovejas":
"Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía."(Biblia RV).
Luego en rápida sucesión—en los versículos 7, 9, 11, y 14, el Señor hace estas declaraciones:
Versículo 7—"Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas."(RV, énfasis mío).
Versículo 9—"Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos." (RV, énfasis mío).
Versículo 11—"Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. (RV, énfasis mío).
Versículo 14—"Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, (RV, énfasis mío).
Luego en los versículos 19 al 21 vemos la consternación que estas declaraciones causaron entre la gente: "Volvió a haber disensión entre los judíos por estas palabras. Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís? Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?" (RV).
El siguiente caso donde Cristo declara Su deidad es en el capítulo 11, en el funeral de su amigo Lázaro. Le había sido dado el mensaje de que Lázaro estaba enfermo y sus hermanas querían que El viniera. En vez de ir inmediatamente, el Señor intencionalmente esperó dos días antes de hacerlo—sabiendo que Lázaro estaría muerto y en la tumba antes que El llegara. Cuando El llegó, Marta, la hermana de Lázaro le increpó de que si El hubiese venido, Lázaro no hubiera muerto. Hablándole a su pena comprensible y perplejidad ante Sus acciones, el Señor dijo en los versículos 25 y 26:
"Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. 26Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente ¿Crees esto? (RV, énfasis mío).
En el capítulo 14 versículos 1 al 6, el Señor consuela a sus discípulos con estas palabras:
"1No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. 2En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. 4Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. 5Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? 6Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”(RV, énfasis mío).
Luego en el capítulo quince, versículos 1 y 5, el Señor hace dos declaraciones finales en Su parábola acerca de la vid y las ramas:
Versículo 1—"Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador."(RV, énfasis mío).
Versículo 5—"Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer." (RV, énfasis mío).
Por esto vemos que el Señor Jesucristo declaró abierta y enfáticamente Su deidad en muchas ocasiones por separado. El no solo afirmó ser el Mesías prometido a Israel, sino que El autentificó Su ministerio y misión y en toda forma como fue profetizado en las Escrituras del Antiguo Testamento. Uno de mis pasados pastores enseñó que habían 333 modificantes profecías se cumplieron al pie de la letra en la primera venida de Cristo.
El término "modificantes" significa que algunas de las profecías individuales contenían más de un elemento. Por ejemplo, Isaías 7:14 nos dice: "Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel. "(RV).
Dependiendo de como lo veamos, hay por lo menos tres (y posiblemente cuatro) profecías modificantes contenidas en este versículo: #1—Una virgen concebirá, #2—Dará a luz un hijo, y #3—Llamará su nombre Emanuel. (#4—El hecho de que el Señor les hubiera dado esta señal.) Otra cosa interesante es que las probabilidades de que estas cosas ocurrieran precisamente como fueron profetizadas son compuestas proporcionalmente por el número de modificaciones. En otras palabras, las probabilidades suben dramáticamente.
¡Piense acerca de las probabilidades contra 333 profecías modificantes siendo cumplidas letra por letra! ¡Son verdaderamente astronómicas! Aún, cada una fue cumplida tal como fue predicha.
Los fariseos de los días de Cristo eran la elite religiosa del pueblo judío. Eran hombres educados, ricos, y prominentes socialmente. Ellos estaban tan familiarizados con las Escrituras del Antiguo Testamento que se afirma que ellos podían abrir varios rollos ¡con ojos cerrados, señalar una sección con su dedo, y luego citarlas de ese punto en adelante! Para alguien creer que estos hombres eran ignorantes sobre la venida del Mesías, ¡es ignorar realidades claras! ¡Estos fariseos sabían que Jesucristo era el Mesías que los judíos habían esperado por tanto tiempo! [Lea CE1077, “Las Sociedades Secretas Mataron A Jesucristo, Parte I” ("Secret Societies Killed Jesus Christ, Part 1"), y CE1078, “Sociedades Secretas Crearon El Pecado Imperdonable” ("Secret Societies Created The Unpardonable Sin"), para entender completamente el pensar y la condición espiritual de estos fariseos, quienes mataron a Jesucristo aún cuando ellos sabían – sin sombra alguna de duda – ¡que El era su Mesías!]
Jesús de Nazaret se presentó a Sí mismo a Israel en el principio de Su ministerio público, después que Juan el Bautista (el cual era tanto el como su ministerio otro cumplimiento profético) proclamara que El venía. El Señor se identificó con Su propio ministerio sometiéndose al bautismo por Juan y luego fue a ofrecerse a Sí mismo a Su pueblo. El obró milagro tras milagro en lugares a través del territorio—dejando bien claro como el agua a cualquiera con medio cerebro que El era, sin duda alguna, el Mesías. En el tercer capítulo de Juan encontramos a Nicodemo (un fariseo) que viene a Cristo admitiendo que ningún hombre podía hacer los milagros que el Señor estaba haciendo, al menos que Dios estuviese con el. A la luz del obvio cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento, los escribas y fariseos tenían que haberlo reconocido como su Mesías.
Yo creo personalmente que esto es revelado en sus palabras y acciones registradas en Juan 11:47-48: "47Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales. 48Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación."(Biblia RV, énfasis mío).
¡Ellos temían que el Señor iba a establecer Su reino y por lo tanto traería la ira de Roma sobre ellos y serían tratados como rebeldes! Ellos estaban firmemente atrincherados como los “líderes espirituales y políticos” de la nación y se estaban beneficiando económicamente de sus posiciones, ¡por lo que ellos ciertamente no querían que nada arruinase su “buena vida”! Creo que ahí hay suficiente evidencia circunstancial para concluir que ellos sabían quien El era, y esto hizo su rechazo a El aún más condenable. Debemos entender que el Señor Jesucristo no llegó simplemente “de puntapiés” al escenario de la historia de Israel—El vino con trompetas sonando, y si fuera, se aseguró que tanto Sus credenciales e intenciones fueran reconocidas como cumplimiento de profecía bíblica. Su “entrada triunfal” a Jerusalén montado sobre un pollino de asna fue particularmente digna de atención y no pudo haber sido pasada por alto como un gran evento profético.
Sí, Jesucristo dio a conocer Su deidad en cada manera concebible: El la proclamó a través de la tierra y la sustentó con Milagros irrefutables, pero los corazones de hombres pecaminosos no estaban inclinados a recibirle (Juan 1:11) ¿Y a usted—le ha revelado Dios a Jesucristo en su corazón?
Si usted ha aceptado a Jesucristo como su Salvador personal, pero ha sido muy tibio en su caminar espiritual con Él, usted necesita pedirle inmediatamente perdón y renovación. Él lo perdonará instantáneamente, y llenará su corazón con el gozo del Espíritu Santo. Entonces, necesita iniciar un caminar diario de oración y estudio personal de la Biblia.