miércoles, 5 de abril de 2017

TESTIMONIO DE COMO SER LIBRE


LA DEPRESIÓN MIENTE

Yo era un esclavo de mi depresión y esto casi me quitó la vida. Busqué respuestas pero no encontré nada. Al final Dios me mostró un camino a través de mi enfermedad, y me dio una gran alegría que ni la misma depresión pudo quitar.

El asunto es que la depresión se presenta de diferentes formas, y afecta a las personas de diferentes maneras. Debido a esto supuse no había manera de superarlo. Sigo creyendo que no hay una «llave» universal para vencer la depresión. Ni siquiera creo que «vencer la depresión» significa lo mismo para cada persona. Pero sí sé que las promesas de la Biblia son cien por ciento verdades, independientemente de una eventual enfermedad mental que pueda tener una persona. A pesar que el camino de la salvación no es el mismo para todos, sé que está ahí. Ésta es mi historia, que espero pueda ser de ayuda a otras personas que experimentan pruebas similares.


La depresión era una voz venenosa en mis oídos, susurrándome mentiras. Nunca podrás ser feliz. No tienes el poder. Nadie te entiende. Nunca antes alguien ha experimentado algo tan malo. No hay nada que vale la pena defender. No hay nada por lo cual vale la pena vivir. Sin esperanza, pensamientos terribles, y sin embargo igual los creía. Creía en esas mentiras, y como creía en ellas, se hicieron realidad.
Como cristiano había leído innumerables versos en la Biblia acerca de regocijarse, incluso en medio de mis pruebas (1 Pedro 1, 6), pero nunca creí que era posible para mí. Pensaba que mi desequilibrio químico, de alguna manera hacía que simplemente no pudiera ser feliz, que mi enfermedad era demasiada para ser solucionada, incluso para Dios.
La depresión drenó mi motivación y el deseo de vivir, más rápido de lo que uno puede decir «¡Cálmate, esto sucede sólo en tu cabeza!» Me salí de la universidad dos veces en un año, renuncié a dos puestos diferentes de trabajo y dejé de socializar con mis amigos. No podía comer; no podía dormir. Era como un zombi. Realizaba las rutinas diarias de la vida sin vivir realmente.
Esperaba una señal; alguna sugerencia de Dios que a la vuelta de la esquina la vida sería mejor. Que de alguna forma mi depresión sería mágicamente curada y nuevamente podría sentir la felicidad como un ser humano normal. No entendía por qué Dios decía que debo alegrarme en medio de mis pruebas, para luego hacer mis pruebas más difíciles para alegrarme.
No entendía por qué Dios decía que debo alegrarme en medio de mis pruebas, para luego hacer mis pruebas más difíciles para alegrarme.
Finalmente fue tan mal que entendí que algo debía cambiar si quería seguir viviendo. Vi a un médico y me recetó una serie de diferentes pastillas. Comencé a entrenar, y me obligué a mí mismo salir a correr tres o cuatro veces a la semana. Funcionó hasta cierto punto, pero las pastillas cada día tenían menos efecto. Después de un tiempo dejaron de funcionar por completo, y comencé nuevamente a bajar la espiral.
Después de unos largos y miserables meses me hundí hasta profundidades que jamás pensé que llegaría. Satanás usó el veneno de la depresión para nublar mi mente, y esto me hizo ver el futuro infinitamente negro y sin esperanza, y como lo creí, se convirtió en mi realidad. Y yo quise poner fin a esta realidad.
Es solamente Dios quien tiene la autoridad para dar o quitar la vida. Él me creó así como soy, con un propósito eterno. Incluso en el «valle de sombra de muerte» Dios está conmigo y quiere justamente en estas situaciones hacer una obra en y a través de mí. El suicidio es una terrible incredulidad en el amor y poder omnipotente de Dios. Estoy destruyendo su plan, cuando cedo a los planes malignos de Satanás de muerte y destrucción. Pongo toda mi eternidad en peligro.
Pero en mi miseria no pude ver la luz, y me di por vencido. Quería terminar con mi vida. Quería quedarme dormido y nunca más despertar. Entonces, en la más profunda oscuridad, cuando ya era casi demasiado tarde, Dios extendió su mano y me agarró. Por razones que no puedo explicar, no pude terminar con mi plan de esa noche.
Cuando uno está abajo en las profundidades de la depresión, pueden estos terribles pensamientos llevarnos a creer que el suicidio es la única solución. Después de todo, nada puede ser peor que la desesperanza y desesperación que siento en el momento. Pero la palabra de Dios dice lo contrario.
Poco a poco me fue evidente que Dios de alguna forma había intervenido. Que por alguna u otra razón me quería con vida en esta tierra. Pero si Dios quería que estuviera vivo, entonces, ¿esto también significaba que tenía la forma para que pudiera ser libre de la depresión?
Empecé a leer a través de mi Biblia, en busca de respuestas. Pero me encontré con el problema que no hay mucho escrito sobre enfermedades mentales. Encontré un montón de versos acerca de ser libres del pecado; pero la depresión no es pecado, pensé. Es una enfermedad.
No, la enfermedad no es un pecado. Pero ceder ante los síntomas de la depresión – la desesperanza, desesperación, incredulidad en Dios – eso es pecado, ya sea proveniente de una enfermedad clínica o no. ¡Y esto significaba que podía vencer!
No, la enfermedad no es un pecado. Pero ceder ante los síntomas de la depresión – la desesperanza, desesperación, incredulidad en Dios – eso es pecado, ya sea proveniente de una enfermedad clínica o no. ¡Y esto significaba que podía vencer!
Está escrito en 1 Corintios 10, 13: «No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.» Había leído este verso antes, pero en realidad jamás lo había entendido. «Dios dará juntamente con la tentación la salida.» Esto no quiere decir que Dios va a quitar mis pruebas, sino que me dará la fuerza para pasar las pruebas y obtener la victoria sobre las cosas que me atormentan. Me di cuenta que Dios necesitaba que estuviera de su lado para poder ayudarme a obtener la victoria. Luché para ser asido de la fe y empecé realmente a luchar en contra mi depresión.
Seguí siendo bombardeado por un mar de malos pensamientos, pensamientos de desesperación, auto-daño y peor aún parecían estrellarse contra mí en oleadas interminables. Continué siendo tentado por la depresión. Me decía que no era posible. Que había ido demasiado lejos, como para que Dios me ayudara. Pero está escrito en 2 Corintios 10, 4-5, «… derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.»
Cada vez que venían los pensamientos a mi cabeza, derribaba sus argumentos. Pero esta vez, probé no utilizar mi propia fuerza mental. Sabía que «pensamientos positivos» no iban a funcionar. Me entregué a Dios y Él me dio el poder para llevar cautivos estos pensamientos. Fue una batalla, y constantemente tuve que decir: «No, la Biblia dice que puedo gozarme; no voy a escuchar a nada que diga lo contrario.» Aprendí a estar en armonía con Dios y a seguir su voz en todo, también en las cosas prácticas. Ese era el único camino a la victoria.
Aprendí a estar en armonía con Dios y a seguir su voz en todo, también en las cosas prácticas. Ese era el único camino a la victoria.
Dios quería, por ejemplo, que cuidara de mi cuerpo y mi salud. Mi depresión era una condición médica, y tenía que escuchar a mi doctor y hacer todo lo que decía. Puesto que el ejercicio es una parte importante del proceso de recuperación, me di cuenta cuando sentía que debía salir a correr también era la voluntad de Dios, así que salía a correr. Si sentía que tenía que leer mi Biblia en este momento, leía mi Biblia. Si Dios ponía en mi corazón que saliera y socializara con la gente, entonces también lo hacía. Esto era algo que nunca tenía ganas de hacer. ¡De hecho, a menudo esto era la cosa más difícil del mundo! Pero justamente esto es lo que significa luchar. Significa una absoluta y total obediencia a Dios. Y cuando era obediente a luchaba contra la depresión, era Dios fiel para «darme juntamente con la tentación la salida» y para darme la victoria sobre mis tentaciones. Y cuando obtuve victoria, sentí un verdadero gozo en mi espíritu.
Al principio las luchas fueron difíciles, un asunto de varias semanas. Pero esas semanas de lucha contra la depresión se convirtieron en días y esos días se convirtieron en horas. Y tengo fe que esas horas también desaparecerán, y que incluso un día dejaré de ser tentado a estas cosas.
Todavía padezco de una depresión clínica. Siento cansancio y la débil indiferencia emocional como resultado de caer en la depresión, pero el pecado – ceder ante este – está debajo de mis pies. Mis sentimientos pueden estar en lo profundo de la depresión, pero en mi espíritu tengo gozo.
Ahora hay una clara separación entre yo y mi enfermedad. Yo no soy más un esclavo. Puedo ser feliz independiente de lo que pase en mis situaciones. Es un viaje, pero he empezado en este camino, y a través de todo esto he aprendido mucho.
La depresión miente.
Una de las mentiras fue que no había nada por lo cual valiera la pena vivir y que poner fin a mi vida solucionaría todos mis problemas para siempre. La verdad es que uno puede matar el cuerpo, pero no el espíritu, que todavía tiene que presentarse ante a Dios. Dios me detuvo, y aprendí que Él tiene un plan para mi vida el cual también cumplirá. Aprendí que el suicidio nunca es una salida de escape, porque Dios siempre es poderoso para salvar.
Ahora sé que no soy tan débil. Sé que no soy impotente. Dios está de mi lado, y con Él tengo todo el poder del universo. Sé que otros han experimentado la depresión antes, la han experimentado y han sido libres. Sé que también es posible para mí ser completamente libre de esto también, y sé que es posible vencer y ser feliz. Lo sé porque lo he experimentado. Y continúo experimentándolo.
Ahora sé que no soy tan débil. Sé que no soy impotente. Dios está de mi lado, y con Él tengo todo el poder del universo.
Aún no soy la persona que debo ser, pero estoy muy lejos de la persona que fui una vez. La depresión quizás ha robado años de mi vida, pero no la ha arruinado. Quizás fui una vez un esclavo de mi enfermedad, pero Dios está de mi lado. Dios está de mi lado y tengo toda la esperanza del mundo en un futuro mejor y más brillante. Ahora mi cuerpo puede ser utilizado en el servicio de Dios. Mi vida puede ser de alabanza y gloria y un testimonio de su gran poder para salvar y transformar incluso al ser humano más miserable.

Al comienzo puedes sentirte sin esperanza, pero, hay esperanza. Siempre hay esperanza. Dios no es desleal, pero para salvarme de la depresión necesitó que yo primero llegara a la fe y fuera obediente a su Palabra. La Palabra de Dios es verdad. Cree en la Palabra de Dios. Ten fe que Dios puede liberarte. Y jamás necesitarás ser un esclavo de la miseria y la desesperación otra vez.

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