Dios se dio a Si mismo por nosotros, nos dio a Su único hijo sin nosotros merecerlo, pues lo que merecíamos era la muerte por nuestros pecados.
¿Quiénes de ustedes estarían dispuestos a dar su
vida por Jesús? ¿A regresarle el favor al Hijo?
Creo que si pudiera verles ahora me daría cuenta de
que casi todos levantarían la mano diciendo valiente y orgullosamente como
Pablo:
“¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón?
Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, más aun a morir en Jerusalén por
el nombre del Señor Jesús.” (Hechos 21.13)
“Ahora también será magnificado Cristo en mi
cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir
es ganancia.” (Filipenses 1.20-21)
Pero, ¿Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a
dar la vida de un hijo, no la nuestra, en el nombre de Dios? ¿A regresarle el
favor al Padre?
¿Cuántos de nosotros haríamos lo que hizo Abraham,
con el único hijo que tenía y que le llegó de forma milagrosa a él y a su
esposa en su vejez por promesa de Dios?
No está nada fácil, ¿verdad?
Quienes han perdido a un hijo en esta vida sufren
mucho, porque lo “normal” es que los padres muramos antes que los hijos, y
porque les amamos tanto que no es fácil vivir sin ellos, y menos sería dar su
vida, pues no creo que haya quien no esté dispuesto a dar su propia vida por un
hijo, pero quien esta sujeto de la mano de Dios como hijo Suyo, sabe que todo
le será para bien, que la muerte no es el fin sino el comienzo para los hijos
de Dios, que no hay prueba que no podamos soportar en Él, que Él ha clavado
todo nuestro dolor en la cruz.
Como dijo Martin Luther King Jr. "lo que no te
mata te fortalece".
Dios nos de la fortaleza para darlo todo por Él.
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