Los nombres son importantes. Es difícil pensar en cosas sin tener en cuenta sus nombres.
Los diferentes nombres de Dios en la Biblia describen y demuestran Su carácter. “Jehová” aparece a menudo en las Escrituras. “JEHOVÁ” SIGNIFICA “EL ETERNO, EL INMUTABLE, EL QUE ERA, EL QUE ES Y EL QUE SERÁ”. Cuando Moisés se encontró con Dios en la zarza ardiente, le preguntó Su nombre. “Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY.
Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a
vosotros” (Éxodo 3:14). Dios habló como Jehová, el Dios auto-existente. Los
judíos llegaron a considerar un nombre particular de Dios como Su nombre
personal. Los eruditos llaman a este nombre, que se deriva de cuatro letras
hebreas, el “tetragrámaton” (de treta, cuatro y gramma,
letra). Los judíos se preocupaban tanto en no usar este nombre en vano que
incluso no lo pronunciaban cuando leían las Escrituras en voz alta. (Ellos lo
reemplazaban porAdonay, que significa Señor). Como resultado, se
desconoce la pronunciación adecuada de la palabra hebrea original. La mayoría
de eruditos dice que “Yahweh” o “Yahveh” es probablemente la pronunciación
adecuada, aunque se ha usado Jehová desde el siglo XVI. La Biblia enfatiza el
respeto a Dios al señalar la importancia del nombre de Dios. Salomón dijo:
“Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá el justo, y será levantado”
(Proverbios 18:10). El salmista dijo: “Redención ha enviado a su pueblo; para
siempre ha ordenado su pacto; santo y temible es su nombre” (Salmos 111:9). [A
propósito, “temible” o “reverenciado” hace referencia a Dios en la Biblia, no
al hombre]. Isaías habló del “Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y
cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el
quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los
humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados” (57:15). Jesús dijo
a Sus discípulos: “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los
cielos, santificado sea tu nombre” (Mateo 6:9). El tercer mandamiento advierte:
“No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente
Jehová al que tomare su nombre en vano” (Éxodo 20:7). Aunque este mandamiento
es parte del antiguo pacto, la necesidad de respetar el nombre de Dios es
continua. Pablo escribió: “Todos los que están bajo el yugo de esclavitud,
tengan a sus amos por dignos de todo honor, para que no sea blasfemado el
nombre de Dios y la doctrina” (1 Timoteo 6:1).
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