3 BENDITO SEA EL DIOS Y PADRE DE NUESTRO SEÑOR
JESUCRISTO, QUE NOS HA BENDECIDO CON TODA BENDICIÓN ESPIRITUAL EN LOS LUGARES
CELESTIALES EN CRISTO, 4 SEGÚN NOS ESCOGIÓ EN EL ANTES DE LA FUNDACIÓN DEL
MUNDO, PARA QUE FUÉRAMOS SANTOS Y SIN MANCHA DELANTE DE EL. EN AMOR 5 NOS
PREDESTINÓ PARA ADOPCIÓN COMO HIJOS PARA SÍ MEDIANTE JESUCRISTO, CONFORME AL
BENEPLÁCITO DE SU VOLUNTAD, 6 PARA ALABANZA DE LA GLORIA DE SU GRACIA QUE
GRATUITAMENTE HA IMPARTIDO SOBRE NOSOTROS EN EL AMADO.
Uno de los sentimientos más tristes del mundo es
sentir que tu vida no tiene sentido. Estás vivo. Pero sientes como si no
tuviera sentido estar vivo. Sueñas despierto –un sueño pequeñito, una visión
fugaz– de lo que sería ser parte de algo realmente grande e importante, y de
como sería tener una parte significativa en ello. Pero cuando despiertas todo
se ve tan pequeño, insignificante, lastimoso, desconectado, desconocido y sin
sentido.
No fuimos creados para vivir sin un destino. Fuimos
creados para ser sustentados por un futuro con sentido y propósito. Fuimos
creados para ser fortalecidos cada día por esta seguridad, esta confianza: lo
que ocurre hoy en nuestras vidas, no importa cuán opaco y ordinario sea, es un
paso realmente significativo hacia algo grandioso y bueno y hermoso mañana.
Cuando este vínculo se quiebra –el vínculo entre mi
vida presente y un destino grandioso, bueno y hermoso- tengo tres opciones:
1) Puedo quitarme la vida yo mismo; o
2) Puedo atontarme (con alcohol o drogas o
televisión o pornografía o novelas románticas o computadoras o trabajo
desesperado o juego frenético); o
3) Puedo buscar reestablecer el vínculo encontrando
cuál es mi verdadero destino.
En un campo de concentración Nazi en Hungría
durante la segunda guerra mundial, los prisioneros fueron obligados a realizar
trabajos nauseabundos en una planta de residuos cloacales. Pero era trabajo; y
algo se hacía. Cuando un día la planta fue destruida por los bombarderos
aliados. Así que los oficiales Nazi ordenaron que los prisioneros apalearan
arena en carretillas y la llevaran al otro lado de la planta y ahí la botaran.
Al día siguiente les ordenaron que volvieran a apalear la arena en las
carretillas y la trajeran donde la habían encontrado el día anterior. Y así
pasan los días.
Finalmente un anciano rompió a llorar
incontrolablemente; los guardias lo sacaron. Otro gritó hasta que a golpes lo
silenciaron. En ese momento un joven, sobreviviente tres años en el campamento,
se alejó corriendo del grupo. Mientras corría hacia la valla eléctrica los
guardias le llamaban a voces que se detuviera. Los demás prisioneros gritaron,
pero fue demasiado tarde; se vio una luz enceguecedora y se escuchó un ruido
crepitante mientras el humo emergía de su piel calcinada. En los días
subsiguientes, decenas de prisioneros enloquecieron y huyeron de su trabajo
sólo para ser alcanzados por las balas de los guardias o electrocutados por la
valla. (Charles Colson, Reinos en Conflicto, p. 68).
Fuimos creados para ser sustentados por un futuro
con propósito. Fuimos creados para vivir con la seguridad de un destino con
sentido.
Uso la palabra destino simplemente para conectar
este tremendo clamor del corazón humano con la palabra predestinación en el
texto de hoy, Efesios 1:5. Comenzamos la semana pasada con el verso 4: “según
nos escogió en El antes de la fundación del mundo.” Esta semana tomamos el
verso 5: “nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo,
conforme al beneplácito de su voluntad.”
En esta mañana quiero establecer en sus corazones –
en ustedes que creen en el Señor Jesucristo y lo llaman su Señor y Salvador y
esperanza – quiero establecer en sus corazones un destino seguro, un futuro
grandioso y bueno y hermoso, para que nunca tengan que sollozar durante días
vacíos o aullar frente a la infructuosidad o tirarse sobre vallas
electrificadas porque no hay un futuro por el que valga la pena vivir. Y la
manera en que quiero establecer este destino en tu corazón y hacerlo firme es
mostrándote dos cosas en este texto: la meta de tu destino y el fundamento de
tu destino.
1. Por empezar, pongamos nuestra atención en la
meta de nuestro destino. ¿Para qué estamos destinados? El verso 5 nos da parte
de la respuesta: “nos predestinó para adopción como hijos.” Nuestro destino
desde antes de la creación del mundo fue llegar a ser hijos de Dios.
La diferencia entre la predestinación, mencionada
en el verso 5, y la elección (o selección) que se menciona en el verso 4, es
que la elección se refiere a la libertad de Dios para escoger a quién
predestinar. La predestinación se refiere a la meta o destino para el cual él
nos escogió. La elección es el acto de Dios de escoger a quien él quiere, y la
predestinación es la determinación de Dios de que ellos llegarán a ser sus
hijos.
Cuando Dios te escogió, él tenía un propósito, así
que predestinó que ese propósito se realizara, es decir, que te convirtieras en
hijo de Dios. Que fueras parte de su familia. Que te convirtieras en heredero
de todo lo que Dios posee. Que adquirieses la semejanza de la familia.
Tu destino de ser hijo de Dios se menciona en el
verso 5: “nos predestinó para adopción como hijos.” Y uno de los significados
de esto, la semejanza familiar, se menciona al final del verso 4: “nos escogió
en El antes de la fundación del mundo (¿Por qué? ¿Para qué destino?) para que
fuéramos santos y sin mancha delante de El en amor.” Este es el contenido
práctico de nuestro destino como hijos de Dios. Somos destinados a adoptar el
carácter de Dios nuestro Padre, el carácter de santidad y pureza. Ese es
nuestro destino.
Ahora observen donde pongo la pequeña frase “en
amor.” Estoy haciéndola parte del final del verso 4, no el inicio del verso
5.(1*)
La diferencia es la siguiente: sugiero que el verso
cuatro dice, “nos escogió en El antes de la fundación del mundo, para que
fuéramos santos y sin mancha delante de El en amor.” “En amor” va con santidad
y sin mancha y nos muestra lo que es la santidad.
La otra forma de leerlo asocia “en amor” con
predestinar en el verso 5 y dice, “En amor nos predestinó para adopción como
hijos.” Aquí se refiere al amor de Dios y nos dice en qué forma nos predestinó.
El orden de las palabras en griego permite hacer ambas lecturas.
La razón principal por la cual sigo la versión King
James y coloco la frase en el verso 4 y hago al amor la esencia de nuestra santidad
se halla en el texto paralelo en 1 de Tesalonicenses 3:12-13 que dice así:
Que el Señor los haga crecer para que se amen más y
más unos a otros…para que, cuando nuestro Señor Jesús venga con todos sus
santos, la santidad de ustedes sea intachable [sin mancha] delante de nuestro
Dios y Padre.
Me resulta sumamente notorio que hay por lo menos
cuatro paralelos con nuestro texto: la palabra “amor” (“Que el Señor los haga
crecer para que se amen más”), la combinación de sin mancha y santidad (“la
santidad de ustedes sea intachable [sin mancha]”), la frase “delante de Él”
(“la santidad de ustedes sea intachable delante de nuestro Dios”) lo que
corresponde con la frase “santos y sin mancha delante de El” en Efesios 1:4; y
la referencia a Dios como nuestro Padre reflejando el énfasis en nuestra
adopción como hijos en Efesios 1:5.
Todo esto me dice que, así como el amor es el
camino a la santidad en 1 Tesalonicenses 3:12, así el amor es también el camino
a la santidad en Efesios 1:4. Así que vivir en amor y andar en amor es parte de
nuestro destino en Efesios 1:4-5. Dios nos predestinó para que seamos sus hijos
y esto significa que él nos destinó a ser como él – ser santos, sin mancha, o
sea vivir en amor unos con otros y para con todos los hombres.
Juan lo expresa así en 1 Juan 3:10, “Así
distinguimos entre los hijos de Dios…el que no practica la justicia no es hijo
de Dios; ni tampoco lo es el que no ama a su hermano.”
Tu destino es ser santo como tu Padre es santo, y
eso significa que tu propia esencia ha de ser amar, porque Dios, tu Padre, es
amor (1 Juan 4:8). Estás predestinado a ser como tu Padre.
Pero ese no es tu máximo destino. Tu destino
supremo está descrito en el verso 6. ¿Por qué nos predestinó Dios para ser
hijos y ser santos e intachables y amor? El verso 6 dice: “para alabanza de la
gloria de su gracia.” Ser santos e intachables y nuestro amor y adopción como
hijos no son fines en sí mismos. Existen para algo mayor: la alabanza de la
gloria de la gracia de Dios.
La meta final de Dios al elegir y predestinar es
que Dios pueda ser alabado por su gloria. Y el punto más alto de esa gloria es
la gracia. Esta es la meta final de nuestro destino. No existe mayor esperanza,
no existe un mañana más grande, no existe un futuro más significativo, no existe
una causa más valiosa por la cual vivir, que reflejar y alabar la gloria de la
gracia de Dios por siempre y siempre.
La certeza de ese destino se halla cimentada en la
libertad de Dios y en la completa suficiencia del trabajo de su Hijo Jesús.
2. Así que para concluir, consideremos brevemente
la base de nuestro destino. Hemos visto la meta. Ahora miremos hacia la base o
fundamento. En el verso 5 Pablo dice, “nos predestinó para adopción como hijos
para sí mediante Jesucristo.” Veamos lo que significa a través de Efesios
5:25-27.
25Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella
26para hacerla santa… 27para presentársela a sí mismo como una iglesia
radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e
intachable.
¡Las mismas dos palabras de Efesios 1:4! Dicho en
otras palabras, la base para volverse santo y sin mancha delante Dios es el
amoroso auto sacrificio de Cristo en tu lugar. La base de nuestro destino para
ser santos e intachables en amor como hijos de Dios es la muerte de Jesús en
nuestro lugar.
Significa que cuando Dios te escogió antes de la
fundación del mundo, y te predestinó para que fueses su hijo santo, sin mancha,
amoroso, él también predestinó a su Hijo a morir por ti. La base de tu destino
no es sólo que el Hijo de Dios murió por ti, sino que Dios lo planificó así
desde el principio. “Nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante
Jesucristo.” El fin fue predestinado y los medios fueron predestinados. Nuestra
santidad y la muerte de Jesús.
Pero la razón final, el fundamento más profundo
para ser intachables y santos en amor no es la muerte del Hijo de Dios. El
verso cinco nos señala una base aun más profunda, la libre y soberana voluntad
de Dios.
El verso 5 dice, “Dios nos predestinó para adopción
como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su
voluntad.” El punto de este texto es enseñar a cada creyente esta mañana que
debemos nuestra adopción en la familia de Dios al “beneplácito de la voluntad
de Dios.” Fuimos escogidos antes de la fundación del mundo; fuimos
predestinados para ser adoptados como hijos y a ser santos y a amar no por lo
que habíamos hecho, o de acuerdo a lo que entendimos, o por quiénes fueron
nuestros padres, o según nuestra raza, o por nuestro trasfondo religioso, o
según donde vivíamos o conforme a nuestro trabajo o nuestro estatus o fortuna,
o de acuerdo a nuestra voluntad. Fuimos escogidos y predestinados de acuerdo al
beneplácito de la voluntad de Dios.
Y el motivo de la doble frase (no solo “por su
voluntad” sino) “el beneplácito de su voluntad”, es para hacernos entender que
Dios nos escogió y predestinó sin estar atado a ningún punto de referencia que
no sea su propia voluntad soberana.
En resumen: la base de nuestra predestinación es el
beneplácito de la voluntad de Dios, la meta de nuestra predestinación es la
alabanza de la gloria de Dios, y los vínculos predestinados que conectan el
beneplácito de su voluntad con la alabanza de su gloria son la muerte de su
Hijo y la santidad de su pueblo.
Si estás confiado en Jesucristo en esta mañana las
raíces de tu vida se plantaron en los eternos consejos de Dios, y las ramas de
tu vida están creciendo hacia un futuro absolutamente seguro y glorioso con
Dios. No hay días sin importancia en tu vida. Nunca tendrás que ir a la cama en
la noche sintiendo que tu vida no va a ningún lado. Nunca tendrás que rendirte
a la mentira de que no estás conectado a un propósito asombroso.
Porque Dios te escogió en Cristo desde antes de la
fundación del mundo para que seas santo y sin mancha delante de él en amor; te
predestinó para adoptarte como hijo para sí mediante Jesucristo de acuerdo al
beneplácito de su voluntad para alabanza de la gloria de su gracia. Amén
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