Reseña del libro “Yo
declaro, 31 promesas para proclamar sobre su vida”, Joel Osteen,
Es muy probable que
usted haya escuchado a varias personas que profesan ser cristianas decir: “Yo
declaro”. Este tipo de expresiones son comunes en las iglesias pentecostales.
yo-declaro
El libro está compuesto por 31 capítulos, donde cada uno es el desarrollo de una de las 31 promesas que el autor invita al lector a declarar sobre su vida para que así pueda cumplir sus sueños y tener éxito. En la introducción, Osteen dice que “nuestras palabras tienen poder creativo. Cuando declaramos algo, ya sea bueno o malo, damos vida a lo que estamos diciendo (v)”. Él dice que las personas no se dan cuenta que cuando hablan de ellas mismas están profetizando su futuro. “Si yo profetizo mi futuro, quiero profetizar algo bueno”. El autor desea que las personas usen “este libro como su guía para declarar su victoria cada día. Declare salud. Declare favor. Declare abundancia)”.
Un ejemplo de ese ejercicio de declaración es pararse
frente al espejo y decir: “Buenos días, guapa. Buenos días, bendito, próspero,
exitoso, fuerte, talentoso, creativo, confiado, seguro, disciplinado, enfocado
y muy favorecido hijo del Dios Altísimo ”. En resumen, los 31 capítulos son el desarrollo de estos adjetivos y
otros sueños. Cualquier lector curioso se preguntaría dónde da Dios esas 31
promesas, cosa que Osteen no menciona.
EL ORIGEN DE “YO
DECLARO”
No creo que la
expresión “yo declaro” sea original de Osteen, ya que el libro no tiene un año
de ser publicado y yo particularmente escuché la expresión años antes. Lo
que sí tengo claro que no es original de Osteen es la idea de que “nuestras
palabras crean realidades”. En Estados Unidos y América Latina es
común escuchar a líderes religiosos, regularmente asociados al llamado
“evangelio de la prosperidad”, afirmar que nuestra mente y nuestras palabras
tienen el poder de crear cosas materiales y hacer que los sucesos ocurran. Esa
es la tesis de este libro. Este concepto tiene su origen en una corriente
filosófica denominada “Nuevo Pensamiento” (“New Thought” en inglés).
El “Nuevo
Pensamiento” comenzó en el siglo XIX, y ganó mucha popularidad en los Estados
Unidos en las primeras décadas del 1900. También se le conocía como “Mente
Sanadora” o “armonialismo”. Aunque el movimiento nace en el siglo XIX, sus
orígenes se encuentran en las ideas del inventor sueco Emanuel Swedenborg, que
en su búsqueda del alma humana dijo que Dios se le reveló y lo declaró
“Revelador de Dios”. Swedenborg decía que hablaba con el apóstol Pablo, con
Martín Lutero y en ocasiones con Moisés. Negó las verdades del cristianismo y
enseñaba que el mundo físico era una extensión de la mente y que por lo tanto
la mente podía formar y dictar cosas materiales.
Estas ideas fueron
desarrolladas en Estados Unidos por Phineas Quimby quien se conoce como el padre
del “Nuevo Pensamiento”. Quimby decía que lo que alguien cree es realidad,
incluyendo las enfermedades. Los proponentes del “Nuevo Pensamiento” tomaron
ideas de diferentes religiones, especialmente del cristianismo.
Las ideas del “Nuevo
Pensamiento” fueron popularizadas por el gurú Ralph Waldo Trine quien publicó
un libro en 1897 que vendió millones de copias. Trine decía que lo que uno
afirmaba con la mente y con palabras ocurría; que las razones de las
enfermedades en las personas eran porque hablaban o pensaban sobre ellas. Pero
las enseñanzas no llegaron claramente a las iglesias de mano de Trine —quien
negaba la Biblia y la deidad de Cristo—, sino a través del pastor E. W. Kenyon.
Kenyon fue compañero de estudio de Trine en la escuela de oratoria Emerson
College en Massachusetts. El predicador Kenyon es conocido por su idea del
“pensamiento positivo”. Él enseñó que las confesiones positivas eran la clave
para una vida próspera. También se le conoce como el padre del “evangelio de la
prosperidad”. Kenyon influenció a personas como Kenneth Hagin y Oral Roberts,
este último fundador de la universidad que lleva su nombre donde estudió Joel
Osteen.
En resumen, la idea
del “yo declaro” no es más que la representación de las ideas paganas
originalmente conocidas como el “Nuevo Pensamiento”, que luego popularizaron
algunos pastores con el término “pensamiento positivo y próspero”.
EL “YO-ISMO” DE “YO
DECLARO”
El cristianismo
bíblico es cristocéntrico, mientras que el libro “Yo declaro” es
“hombrecéntrico” (antropocéntrico). La Biblia enseña que Cristo es el centro de
la Biblia, y que el Antiguo Testamento atestigua de Él (Lc. 24:44). La Palabra
de Dios nos enseña que Jesucristo es Dios encarnado, el Hijo obediente, el
ultimo Adán, el verdadero Israel, y el heredero del trono de David (cf. Jn.
1:14; Mt. 1:1; 2:15; Ro. 5:12-21; 1 Co. 15:20-28; Fil. 2:6-11); y que al mismo
tiempo es Yahweh, el Señor (Jn. 8:58; Hch. 2:36). Cristo vino a vivir la vida
que nosotros no pudimos vivir, a recibir la muerte que nosotros merecemos, y
resucitó al tercer día declarando victoria sobre la muerte, para que todo aquel
que se arrepienta de sus pecados y ponga su fe en Él como Señor y Salvador, sea
salvo y tenga vida eterna. El Cordero de Dios murió como sustituto de todos los
que en Él crean.
En cambio, este libro
es estrictamente “hombrecéntrico”. Todo es acerca de mí, y nada acerca de
Cristo y lo que Él hizo en la cruz. Expresiones como estas son comunes: “yo
declaro que las personas serán buenas conmigo (59)”, “éste es mi tiempo de
brillar (141)”. Y llega al punto de decir que el hombre está en control. “Yo
tengo el control (166)”.
LA HERMENÉUTICA DE
“YO DECLARO”
Algo claro en las
páginas de “Yo declaro” es la pobre hermenéutica del autor. Osteen trata la
Biblia como si fuera un libro mágico de la novela Harry Potter y, en los
mejores casos, la moraliza de una forma triste. Por ejemplo, cita Salmos 2:8,
donde Dios dice: “pídeme, y te daré por herencia las naciones”. Osteen aplica
este versículo a su lector, diciéndole, ves, pídele a Dios y te dará tus sueños
(148). Cualquiera que haya leído con detenimiento su Biblia sabe que el Salmo 2
es un texto mesiánico. El libro de Hechos aplica este Salmo a Jesús (Hechos
4:23-27). El versículo que Osteen usa en realidad habla sobre la soberanía de
Cristo sobre las naciones. Dios Padre le dio a su Hijo las naciones como
herencia. Esto habla del alcance del evangelio a los gentiles. Es un versículo
que los misioneros han usado por años. Es por eso que algunas traducciones,
como la King James en inglés, no usan la palabra naciones, sino “paganos”.
Osteen hace algo
similar con Job 3:25 (139), usando ese versículo para decir que las calamidades
de Job le llegaron porque él las llamó con su mente, ignorando totalmente el
contexto y todo lo que el capítulo 1 dice sobre esas calamidades. Lo mismo hace
con otros versículos del Nuevo Testamento, donde solo cita la mitad de un
versículo para usar algunas palabras para decir algo diferente a lo que el
texto enseña. Por ejemplo, después de narrar la historia del milagro donde
Jesús convirtió el agua en vino en Juan 2, Osteen concluye lo siguiente: Este
vino era excelente. Un buen vino toma entre veinte y treinta años. Jesús
aceleró el proceso del vino. Y luego añade: “Quizás normalmente le costaría veinte
años pagar su casa, pero la buena noticia es que a Dios le gusta acelerar los
procesos (56-7)”. En fin, el uso de la Biblia en este libro es un recordatorio
de la popular expresión de que “todo texto usado fuera de contexto es un
pretexto”.
PONIENDO PALABRAS EN
LA BOCA DE DIOS
La Biblia es bastante
clara prohibiendo añadir o quitar palabras (Dt. 4:2; Ap. 22:19). Dios nos da
eso como mandamiento; desobedecerle es condenatorio. Tristemente, eso es lo que
Osteen hace en su libro cuando pone palabras en la boca de Dios cuando la
Biblia no las expresa (cf. 10, 52, 68, 84, 148, 156), trayendo condenación
sobre su alma. Y no es que use palabras a modo de ilustración, sino que cita
usando comillas. Por ejemplo, en la página 148, inmediatamente después de citar
Salmos 2:8, Osteen añade: “Dios dice: Pídeme cosas grandes, pídeme
acerca de esos sueños ocultos que yo he puesto en tu corazón, y pídeme por esas
promesas que en lo natural parecen imposibles de cumplir”. EN NINGUNA PARTE LA
BIBLIA DICE ESO. ESTO ES HEREJÍA.
EL PANENTEÍSMO DE “YO DECLARO”
El panenteísmo enseña
que la creación es una extensión de lo divino. El término significa “todo en
dios”. Esto está ligado a la idea de que todo está cambiando, incluyendo “dios”
y los seres humanos, lo cual es totalmente opuesto a lo que la Biblia enseña.
Lamentablemente, entre los maestros del evangelio de la prosperidad es común
encontrar ideas panenteístas y panteístas (todo es dios). Por ejemplo: Paul
Crouch ha dicho públicamente: “yo soy un pequeño dios. Críticos, ¡aléjense!”
Otro predicador de la prosperidad, Kenneth Copeland, ha dicho: “Usted no tiene
a Dios en usted, usted es uno”. Osteen es un poco más sofisticado y sutil. Él
usa el lenguaje de ADN. Dice que los humanos tenemos el ADN de Dios, que
nuestra sangre es real porque somos hijos del Rey (118-120). Y ¡claro! sí
tenemos la sangre de realeza divina, debemos andar, vestir y hablar como reyes,
concluye Osteen (120).
Yo me pregunto si el
supuesto hecho de que los humanos tengan el ADN de Dios es lo que le permite a
Osteen igualar la Palabra de Dios a la palabra humana. Esto es lo que hace
cuando motiva a su lector a que crea en el poder de su propia palabra y le diga
al cáncer “te derrotaré”. Para ilustrar esto, él hace una analogía con el poder
de la Palabra de Dios en la creación cuando dijo “sea la luz” y la luz fue
(170-171).
CONCLUSIÓN
PERMÍTAME SER CLARO EN ALGO, ESTE LIBRO NO ES
CRISTIANO. Estas
“promesas” son cosas que cualquier libro espiritista, místico y de auto ayuda
le dirían. Estamos ante un libro religioso motivacional, pero no es un libro
cristiano. LA MOTIVACIÓN DE HACER ESTA RESEÑA ES LA
CANTIDAD DE PERSONAS QUE HAN CREÍDO ESTAS DISTORSIONES. Me preocupa que algunas personas entiendan que
son salvas por estar de acuerdo o por agradarle lo que leen en este libro,
cuando quizás no lo sean. “Yo declaro” es un libro con un carácter universal,
que cualquier religioso o pagano puede afirmar. Aquí no hay evangelio, no hay
cruz, no hay pecado, y mucho menos hay perdón y reconciliación con el Dios
trino y verdadero. El “dios” que se presenta en este libro se parece más a la
imagen de un abuelo tierno que está en la grada del estadio animando y
gritándole a su nieto que siga corriendo, que todo va bien en la carrera. No es
el Dios santo, omnipresente, omnisciente, verdadero, justo y misericordioso que
se reveló en la Biblia, EL QUE “DE TAL MANERA AMÓ AL MUNDO, QUE HA DADO
A SU HIJO UNIGÉNITO, PARA QUE TODO AQUEL QUE EN ÉL CREE, NO SE PIERDA, MAS
TENGA VIDA ETERNA”
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