Los fariseos y los escribas muchas veces trataron
de tentar a Jesús con varias preguntas. Sin embargo otros le hacían preguntas
genuinas porque buscaban respuestas. Hay una pregunta la cual fue hecha dos
veces por dos personas diferentes, una que quería aprender y otra que quería
tentarle. Se trata de la pregunta de que cuál mandamiento es el más grande de
todos. Vamos a leer los pasajes relacionados:
Mateo 22:35-38
“Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por
tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le
dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con
toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento.”
Marcos 12:28-30
“Acercándose uno de los escribas, que los había
oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el
primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos
es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas
tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.”
1. Amar a Dios: ¿Qué significa?
Como leemos: amar a Dios con todo nuestro corazón
es el mandamiento más importante. Pero, ¿qué significa? Desafortunadamente
vivimos en una época donde la palabra amor a terminado significando solo un
sentimiento. Amar a alguien se confunde con “me cae bien”. Sin embargo, que
alguien “me caiga bien” no necesariamente constituye el amor en términos
bíblicos. Porque en términos bíblicos el amor esta estrechamente conectado con
hacer y específicamente el amar a Dios con hacer lo que Dios quiere, esto es,
Sus mandamientos, Su voluntad. Jesús puso esto muy en claro cuando dijo:
Juan 14:15
“Si me amáis, guardad mis mandamientos.”
Y Juan 14:21-24
“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése
es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me
manifestaré a él. Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te
manifestarás a nosotros, y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: El que me
ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos
morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que
habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.”
También en Deuteronomio 5:8-10 (ver también Éxodo
20:5-6) leemos:
“No harás para ti escultura, ni imagen alguna de
cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas
debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las servirás; porque yo soy
Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los
hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y que hago
misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.”
Amar a Dios y guardar Sus mandamientos: la Palabra
de Dios, los cuales son cosas inseparables una de la otra. Jesús lo puso
absolutamente claro. ¡El que lo ama guarda la Palabra de Dios y aquel que no
guarda la Palabra de Dios no le ama! Entonces amar a Dios, el principal
mandamiento, no significa que siento bonito sentado en la banca de la iglesia
el domingo en la mañana. Más bien lo que significa es que trato de hacer lo que
complace a Dios, lo que hace feliz a Dios. Y eso es una cuestión diaria.
1 Juan contiene más pasajes que establecen
claramente lo que significa amar a Dios.
1 Juan 4:19-21
“Nosotros le amamos a él, porque él nos amó
primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso.
Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a
quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a
Dios, ame también a su hermano.”
1 Juan 5:2-3
“En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios,
cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a
Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.”
1 Juan 3:22-23
“y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de
él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante
de él. Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo
Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado. Y el que guarda
sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él
permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.”
Hay varias falacias corriendo por el cristianismo
de hoy. Una muy seria es la falsa idea de que a Dios no le importa si hacemos o
no Sus mandamientos, Su voluntad. De acuerdo a esta falacia, todo lo que a Dios
le importa es ese único momento cuando comenzamos en la “fe”. “Fe” y “amar a
Dios” han sido separados de cuestiones prácticas y son consideradas ciertas
nociones de tipo teórico, estados mentales, los cuales existen separadamente de
lo que uno vive. ¡Pero la fe significa ser fiel! Y el fiel cuida de complacer a
aquel al cual le es fiel, esto es, se ocupa de hacer Su voluntad, Sus
mandamientos.
Algo más que se vuelve evidente con lo anterior es
que el amor y el favor de Dios no son verdaderamente condicionales, así como algunos
nos han hecho creer. Esto también lo vemos en los pasajes anteriores. Entonces
en Juan 14:23 leemos:
Juan 14:23 La Biblia de las Américas (LBLA)
"Jesús respondió, y le dijo: Si alguno me ama,
guardará mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él
morada."
Y 1 Juan 3:22
“y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de
él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables
delante de él.”
Y en Deuteronomio 5:9-10
“No te inclinarás a ellas ni las servirás; porque
yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre
los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y que
hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.”
En Juan 14:23 hay un “si” y una “y”. Si alguien ama
a Jesús, guardará Su Palabra, Y, como resultado, el Padre lo amará y Él junto
con Su Hijo vendrán y morarán en él. También en 1 Juan, recibimos cualquier
cosa que le pidamos, porque guardamos Sus mandamientos y hacemos lo que le
complace. También en Deuteronomio, el misericordioso amor de Dios se demuestra
a aquellos que le aman y guardan Sus mandamientos . Hay un claro ligamento
entre el amor y el favor de Dios con el hacer Su voluntad. Por decirlo de otro
modo, no pensemos que desobedecer a Dios, descuidando Su Palabra y Sus
mandamientos, no importan de verdad, porque como quiera Dios nos ama. No
pensemos de ese modo, cuando decimos que amamos a Dios en verdad lo amamos. Yo
creo que si amamos a Dios o no se demuestra mediante la respuesta a la
siguiente pregunta simple: ¿Hacemos lo que complace a Dios, Su Palabra, Sus
mandamientos? Si la respuesta es sí, entonces amamos a Dios. Si la respuesta es
no, entonces no lo amamos. Así de simple.
Juan 14:23-24
“Si alguno me ama, guardará mi palabra; …. El que
no me ama, no guarda mis palabras...”
2. “Pero no siento hacer la voluntad de Dios”: El
caso de los dos hermanos
Otra área de confusión, cuando se trata de hacer la
voluntad de Dios, es la idea de que deberíamos hacer la voluntad de Dios solo
si sentimos hacerla. Pero si no lo sentimos entonces estamos disculpados
porque, supuestamente, Dios no querría que hiciéramos algo que no sentimos
hacer. Pero dime algo: ¿vas a trabajar porque lo sientes? ¿Te levantas en la
mañana pensando en cómo te sientes para ir a trabajar y dependiendo de si lo
sientes o no te paras de la cama o te volteas y te tapas con la colcha? ¿Así es
cómo lo haces? No lo creo. HACES tu trabajo independientemente de cómo te
sientas al respecto. Pero cuando se trata de hacer la voluntad de Dios le hemos
dado mucho lugar a los sentimientos. Por supuesto que Dios quiere que hagamos
Su voluntad y que sintamos hacerla, pero aun si no lo sentimos, es mucho mejor
hacerla comoquiera. Un ejemplo de lo que el Señor nos dijo: “ Y si tu ojo te es
ocasión de caer, sácalo y échalo de ti...” (Mateo 18:9). No dijo: “Y si tu ojo
te es ocasión de caer y sientes sacarlo entonces hazlo. Pero si no sientes
sacarlo entonces estás disculpado -puesto que no sientes hacerlo, lo puedes dejar
ahí produciendo que sigas pecando”. ¡El ojo podrido debe de ser sacado, aunque
lo sintamos o no, hazlo como quiera, en vez de desobedecerle a Él!
Pero veamos otro ejemplo en Mateo. En Mateo 21, los
sumos sacerdotes cuestionaron a Jesús una vez más. Para responder una de esas
preguntas Jesús dio la siguiente parábola:
Mateo 21:28-31
“Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y
acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña.
Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y acercándose
al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y
no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El
primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras
van delante de vosotros al reino de Dios.”
Su respuesta era correcta. El primero hijo no
sentía hacer la voluntad de su padre. Claramente se lo dijo: No quiero ir hoy a
la viñedo. Pero luego lo pensó y cambió de opinión. No se sabe lo que causó ese
cambio.. Yo creo que le importaba su padre. Escuchó a su padre pedirle que
hiciera su voluntad, pero no sentía hacerla. Quería dormir un rato más, tomar
su café despacio o tal vez salir con sus amigos. Entonces su primer reacción,
tal vez desde la cama, fue “no voy a ir”. Pero luego pensó en su padre y porque
lo ama, cambió de opinión, se paró de la cama y fue e hizo lo que su padre
quería que hiciera.
El segundo hijo, por otra parte, le dijo a su padre
-tal vez también ya levantado de la cama- “Papá, voy a ir”. Pero luego no fue,
tal vez se volvió a dormir, luego llamó a un amigo y se desapareció haciendo lo
que él quería. Tal vez por un momento “sintió” hacer la voluntad de su padre,
pero los sentimiento van y vienen. Entonces ese “sentimiento” de hacer la voluntad
de Dios fue reemplazado por otro “sentimiento” de algo diferente y ya no fue.
¿Cuál de estos dos hijos hizo la voluntad de su
padre? ¿El que no lo sentía al principio pero que la hizo como quiera o el que
al principio sentía hacerla pero en realidad no la hizo? La respuesta es obvia.
Ahora, ya vimos que amar al Padre significa hacer Su voluntad. Por lo tanto,
podríamos preguntar lo siguiente: ¿Cuál de los dos amaba a su padre? o ¿Con
cuál de los dos estaba el padre complacido? ¿Con el que al principio le dijo
que iba a hacer Su voluntad y luego no la hizo o con el que en realidad hizo Su
voluntad? La respuesta es obviamente la misma: con el que hizo Su voluntad.
Entonces concluyendo: Haz la voluntad de Dios, independientemente de los
sentimientos. Incluso si la primer respuesta es “No siento hacerla”, cambia de
opinión y hazla. Por supuesto que es mucho mejor sentir hacer la voluntad de
Dios y hacerla, pero entre no hacer la voluntad de Padre y hacerla sin querer
necesariamente hacerla, la opinión a escoger aquí es: Como quiera voy a hacer
la voluntad de mi Padre, porque lo amo y quiero complacerlo.
3. La noche en Getsemaní
Ahora, lo anterior no significa que no podemos o no
deberíamos hablarle al Padre y pedirle otras opciones posibles. Nuestra
relación con el Padre es una RELACIÓN real. El Señor quiere los canales de
comunicación con Sus hijos-siervos siempre abiertos. Lo que sucedió en
Getsemaní la noche que Jesús fue entregado para ser crucificado fue
característico. Jesús estaba en el jardín con Sus discípulos y Judas el traidor
venía junto con los sirvientes de los sumos sacerdotes y los ancianos, a
arrestar a Jesús y crucificarlo. Jesús estaba en agonía. Hubiera querido dejar
pasar esa copa de Él. Y se lo pidió al Padre:
Lucas 22:41-44
“Y él se apartó de ellos a distancia como de un
tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de
mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un
ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente;
y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.”
No hay nada de malo en preguntar al Padre si hay
alguna salida. No hay nada de malo en preguntarle al Padre si hoy puedes
quedarte en casa y no ir al viñedo. Lo que está mal es quedarse en casa
comoquiera y sin preguntarle. Eso es desobediencia. Pero no está mal
preguntarle por una excepción o por otra alternativa. De hecho, si no hay otra
forma, puede que obtengas una motivación especial para avanzar y hacer Su
voluntad, Jesús obtuvo tal motivación: “Y se le apareció un ángel del cielo
para fortalecerle”.
Jesús hubiera querido que pasara de Él la copa,
PERO solo si esa era la voluntad de Dios. Y en ese caso no lo era. Y Jesús la
aceptó. Como le dijo a Pedro después de que llegó Judas con la compañía de
guardias:
Juan 18:11
“Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la
vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?”
Jesús siempre hizo lo que complacía al Padre,
incluso si no sentía hacerlo. Y por eso, porque siempre hizo lo que complacía
al Padre, el Padre nunca lo dejó solo. Como Él dijo:
Juan 8:29
“Porque el que me envió, conmigo está; no me ha
dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada.”
Él es nuestro ejemplo. Como el apóstol Pablo también
nos dice en Filipenses:
Filipenses 2:5-11
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo
también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser
igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando
forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de
hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte
de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre
que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla
de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda
lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”
Jesús se humilló a sí mismo. Dijo: “que se haga Tu
voluntad y no la mía”. ¡Jesús obedeció!
Y lo mismo debemos de hacer nosotros también. El
mismo pensar, la misma obediencia, la mente que dice no mi voluntad sino la
Tuya esté en nosotros también. Como Pablo continúa:
Filipenses 2:12-13
“Por tanto, amados míos, como siempre habéis
obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi
ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el
que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.”
“Por lo tanto, amados míos” esto es, porque tenemos
tal ejemplo de obediencia, Jesucristo nuestro Señor, obedezcamos también
cuidando nuestra salvación con temor y temblor de Dios, es el obrar en nosotros
el querer como el hacer por Su buena voluntad. Como Santiago dice:
Santiago 4:6-10
“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios
resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios;
resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a
vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo,
purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se
convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y
él os exaltará.”
Conclusión
Amar al Señor con todo nuestro corazón es el
mandamiento más importante. Pero amar a Dios no es un estado de la mente, donde
“sentimos bonito” respecto a Dios. Amar a Dios es lo mismo que hacer lo que
Dios quiere. No hay tal cosa de amar a Dios mientras que al mismo tiempo le
desobedezco. No existe eso de tener fe y ser infiel. La fe no es un estado
mental. La fe en Dios y Su Palabra es serle fiel a Dios y a Su Palabra. No
creamos la falacia que trata de separar una cosa de la otra. También el amor de
Dios y Su favor vuelve a aquellos que le aman, esto es, a aquellos que hacen lo
que a Él le place, Su voluntad. Además, también vimos que es mejor continuar y
hacer la voluntad de Dios aunque no lo sintamos, que desobedecerle. Esto no nos
hace robots sin sentimientos. Podemos (deberíamos) hablarle al Señor y pedirle
otra alternativa para que nos la provea. Él es el Maestro más maravilloso de
todos, misericordioso y bueno con sus hijos. Y si no hay otra alternativa Él
nos fortalecerá para hacer lo que parece muy difícil para nosotros, exactamente
como lo hizo con Jesús aquella noche.
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