Muchos se han formado el concepto, algo estrecho, de que la alabanza a Dios solo se expresa por medio del canto y la música. Pero en realidad, ello va mucho, pero mucho más allá.
Aunque bien, podemos exaltar a Dios con nuestro canto y nuestra música, ello representa tan solo una de las tantas formas en que podemos y debemos exaltarle. Y es que alabar y adorar al Señor debe ser parte de nuestra vida diaria, ha de ser un estilo de vida.
Es más, un corazón
adorador implica una actitud continua y permanente de alabanza a Dios, en todo
sentido: en palabra, pensamiento y hecho; con la mente y el corazón; en
espíritu, alma y cuerpo. Implica el ser entero rendido y entregado a Dios, de
modo que nuestra existencia misma sea un ejemplo vívido de exaltación y honra a
Dios. "Bendeciré a Jehová en todo
tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca."
Salmo 34:1 “Sean gratos los dichos de mi boca y la
meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová...” Salmos 19:14 ”Porque
habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y
en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” 1 Corintios 6:20. En el versículo
que sigue a continuación nos dice que mientras haya aliento de vida de nuestro
ser, también ha de haber una alabanza para nuestro Dios. Es decir, la alabanza
y adoración a Dios deben ser algo intrínseco e inherente a la vida del
cristiano; han de estar ligadas a la vida misma, a nuestra existencia y razón
de ser. "A Jehová cantaré en mi vida; a mi Dios cantaré salmos mientras
viva." Salmo 104:33. El filósofo, científico y matemático francés, René
Descartes, acuñó (en el siglo XVII) aquella famosa frase: “Cogito, ergo sum”
(“Pienso, luego existo”; ó "Pienso, por lo tanto, existo"). En ella,
Descartes condensa su filosofía personal, partiendo del principio de que su
clara consciencia del pensamiento es prueba suficiente de su propia existencia.
Para él, el hecho de poder pensar, le evidencia a sí mismo que él existe. Bajo
una perspectiva parecida (aunque no idéntica), yo diría: “Existo; luego,
adoro”; ó "Existo; por lo tanto, adoro". Si existimos, es porque el
Señor nos hizo ser. Por consiguiente, e indefectiblemente, a nuestro Dador de
la vida hemos de rendirle honor. Ya que existimos, pues honremos a Dios con esa
vida que él nos dio. “…Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que
se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual
deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.” Santiago
4:14,15. “Reconoced que Jehová es Dios; él nos hizo, y no nosotros a nosotros
mismos…” Salmos 100:3. Como mencionamos un poco atrás, nuestra alabanza a Dios
ha de ser continua y por siempre: "Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su
alabanza estará de continuo en mi boca." Salmo 34:1. Ese mismo verso, en inglés, nos dice: "I
will bless the Lord at all times: his praise shall continually be in my mouth.”
Si analizamos un poco ambas versiones, podremos ver que la frase
traducida como “en todo tiempo”, en inglés nos dice literalmente “en todos los
tiempos”. Es decir, no se refiere a la palabra tiempo en singular (time - como
el tiempo que medimos en un reloj); sino en plural, o sea, referente a
ocasiones, temporadas o períodos. En otras palabras, nos insta a alabar a Dios
en tiempos buenos y tiempos malos, sin importar las circunstancias, el estado
de ánimo o lo que sentimos y estemos viviendo. Esto es, conservar una actitud
que no dependa de las situaciones, sino que siempre se mantenga inconmovible;
independientemente de lo que suceda alrededor. Se trata de una actitud que, a
como dé lugar, le seguirá dando la gloria a Dios, tanto en palabra, como en
corazón y con las propias obras. Un grande y hermoso ejemplo para nosotros de
esta gran verdad es Job. Aun después de todas las calamidades que le
sobrevinieron de golpe, en un mismo día (llegando a perder todos sus hijos y
sus posesiones materiales), podemos ver su reacción ante Dios y ante los hechos
que le rodeaban: “Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su
cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi
madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de
Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito
alguno.”
Job 1:20-22, En cuanto a la otra parte del
versículo 1 del Salmo 34, se nos dice que la alabanza a Dios ha de estar “de
continuo” o “continuamente” en nuestra boca. Eso quiere decir alabar a Dios
siempre, en todo momento, a cada momento, constantemente. Ahora bien, si
tomamos esta última implicación en su sentido literal, esto sería imposible de
alcanzar en nuestras vidas; ya que vivimos y coexistimos con otras personas y
tenemos múltiples ocupaciones; todo lo cual no nos permitiría estar únicamente
bendiciendo a Dios con nuestros labios, literalmente, las 24 horas diarias, los
1,440 minutos del día. La interpretación de ese versículo debe tomarse mucho
más allá de lo literal. Se refiere a una continua y permanente actitud de
alabanza a nuestro Señor; la cual se manifiesta no solo en palabra, sino
también en pensamiento y hecho, reflejando a Cristo en cada aspecto diario y
continuo de nuestras vidas.
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