ANTE QUE
TODO HERMANOS, BUSQUEMOS LA SANTIDAD, SIN LA CUAL NADIE VERÁ AL SEÑOR A TRAVÉS DE SU
BENDITA PALABRA, PARA EVITAR SER ENGAÑADOS POR FALSOS APÓSTOLES Y PROFETAS, QUE
PREDICAN UN FALSO EVANGELIO, LLENO DE DOCTRINAS Y FILOSOFÍAS HUMANAS, CON EL
CUAL USAN PARA MANIPULAR A LOS CREYENTES Y HACERLOS SUMISOS Y OBEDIENTES A SUS
ANTIBIBLICAS Y ABERRANTES PETICIONES. CUIDADO CON EL MAL LLAMADO, DEPRABADO, Y
ANTIBÍBLICO EVANGELIO DE LA PROSPERIDAD, NO TE HAGAS ANATEMA POR CULPA DE ESTO.
LEE LA BIBLIA Y PÍDELE A DIOS QUE A
TRAVÉS DE CRISTO Y EL GLORIOSOS ESPIRITU SANTO (COMO DEBE SER), TE REVELE EL
AUTÉNTICO Y VERDADERO EVANGELIO.
Si Dios todo lo sabe, ¿por qué hay que orar?Muchas veces el cristiano piensa que si Dios es omnisciente, es decir, todo lo sabe, entonces, ¿para qué hay que orar, si Él sabe lo que uno necesita?Sería de preguntarse cuál es la razón para nosotros orar, si de todas maneras, como dice Nuestro Señor Jesucristo, Dios sabe lo que necesitamos antes de que le pidamos.“7 Y orando, no seáis prolijos, como los gentiles; que piensan que por su parlería serán oídos. 8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis” (Mt 6:7-8)
Efectivamente,
a mi modo de ver Dios, que conoce perfectamente la evolución de los distintos
fenómenos, tanto los de índole física como los de índole espiritual, se da
cuenta de lo que vamos a necesitar, aún antes de que nosotros nos percatemos de
que nos está haciendo falta. Eso, sin contar con su presciencia, facultad que
no sabemos si usa sólo cuando lo desea o continuamente. Pues bien, si Dios está
enterado antes de que nosotros se lo digamos, ¿para qué decírselo?
Ahí es donde
comienza la aplicación de la dinámica celestial. Parece ser que, dado que Dios
nos ha otorgado el más absoluto libre albedrío, y dado que Él mismo lo respeta
con exquisito cuidado, mientras nosotros no oremos a Él, repito, no le damos el
“derecho”, por decirlo así, de intervenir en nuestros asuntos en forma particular,
personal, específica. Hasta ese momento Él sólo “puede” usar (pues así
estableció Él mismo la norma celestial) el derecho general que se reservó para
la administración de los asuntos de todas las criaturas; pero no “puede” ir más
allá. No es que no tenga fuerza y poder para hacerlo, es que Él no se va por
encima de Sus propias normas de conducta que antes estableciera.
Por eso, si
somos víctimas de una tentación, concupiscencia o pecado, y no oramos a Dios,
Él no viene a meterse en el asunto. Si sólo de boca para afuera oramos para que
nos libre de un pecado que nos agrada, Él se ve como si dijéramos “maniatado”
por su anterior disposición sobre nuestro libre albedrío. Pero si con todo el
corazón le pedimos que nos ayude, le damos el “derecho” de intervenir en
nuestros asuntos, y es entonces cuando tienen lugar esos extraordinarios
cambios de nuestra actitud y
comportamiento.
Por eso es
que a pesar de que sabemos que Dios sabe lo que necesitamos, debemos orar. Orar
no es enterar a Dios de algo que Él desconocía; si no darle oportunidad de
entrar en un terreno que por divinas disposiciones previas, Él mismo se había
vedado.
Por eso se
aconseja: “Orad sin cesar”, (I Tes 5:17). Por eso el mismo Jesús nos enseña a
orar en términos generales con el Padre Nuestro. Por eso ese pasaje Jesús lo
dedicó a enseñarnos sobre la oración. Yo testifico que la oración puede hacer
lo que no puede ni la energía, ni el planeamiento, ni la férrea voluntad, ni el
valor, ni la firmeza de carácter, ni la astucia, ni la inteligencia, ni la
experiencia, ni todo lo que puedan ustedes poner en la consecución de un
empeño. Ahora bien, no se agarren de esa
verdad los vagos, los descarados, los negligentes y los “vive bien”, para
descargar de sus hombros sus responsabilidades y tareas con el pretexto de que
ya tienen el asunto en oración. Uno tiene que hacer lo que corresponde. El pan
nuestro se pide en oración, pero trabajamos para ganarlo.
El que
sustituye el esfuerzo normal que le corresponde, por el pretexto de la oración,
sólo creeré que es sincero y honesto si veo que a la hora de comer en vez de
pedir a otros o tratar de inspirar lástima para que le den, ora el Padre
Nuestro, (danos nuestro pan cotidiano) y
se sienta también a esperar sin hacer su
parte. ¿Lo creeré sincero, si cuando desea una ropa lujosa o un buen auto,
solamente ora y se sienta a esperar que aparezca?.
También hay
quien piensa que cuando él pida algo de Dios, lo va a recibir en la forma más
dramática y vanidosa que haya. No es así, la metodología divina no es igual a
la humana. Veamos el caso del sirio Naamán, general leproso, que creía que Dios
le iba a responder a su manera, y por poco no alcanza lo que imploraba.
Muchas veces
los creyentes procedemos con Dios igual que este general sirio procedió con
Eliseo. El profeta le dio al leproso todo lo necesario para curarse; pero por
poco no se cura, porque Eliseo no siguió el método que el general creía que
debía seguir.
Igualmente
muchos creyentes pedimos cosas a Dios, las cuales esperamos que Él haga en
forma dramática y anonadante, en la forma que nosotros creemos que debía sernos
dadas. Luego, cuando obtenemos la misma meta que deseábamos, pero en forma que
se nos antoja natural y humilde, nos parece que Dios no nos ha escuchado. Sí
nos escuchó; lo que pasa es que no quiso estimular nuestra vanidad haciendo
portentos teatralecos, cuando podía ayudarnos perfectamente por medios que a
los demás les lucirían naturales.
Igualmente
muchos creyentes piden a Dios saber la verdad en religión, pero cuando Dios les
envía hermanos que discuten con ellos sus erradas doctrinas, se
sienten defraudados como Naamán y piensan: yo creía que Dios dejaría Su
Trono en el Cielo y aparecería delante de mí para decirme cuál es la verdadera
doctrina.
“9 Y vino
Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de
Eliseo. 10 Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve, y lávate siete
veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. 11 Y Naamán se
fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en
pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano, y tocará el lugar,
y sanará la lepra. 12 Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que
todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se
volvió, y se fue enojado.”(II R 5:9:12)
Al fin sus
siervos le hicieron razonar que si el profeta le hubiera pedido que hiciera
algo difícil, teatral, dramático, seguramente lo hubiera hecho. Por lo tanto,
si le había pedido una cosa tan sencilla como zambullirse siete veces en el río
Jordán, ¿por qué no hacerlo? El general depuso su actitud, hizo aquella
aparentemente tonta cosa que le había mandado el profeta, y quedó sano de su
lepra. Si no hubiera aceptado las disposiciones del profeta de Dios, hubiera
perdido la bendición que le estaba reservada.
Otro tanto
nos puede suceder a nosotros, si cuando oramos, pensamos que la respuesta de
Dios solamente debe venir en forma dramática, anonadante, teatralesca. Vale la
pena aquí repetir el párrafo precedente: “Igualmente muchos creyentes piden a
Dios saber la verdad en religión, pero cuando Dios les envía hermanos que
discuten con ellos sus erradas doctrinas,
se sienten defraudados como
Naamán y piensan: yo creía que Dios dejaría Su Trono en el Cielo y aparecería
delante de mí para decirme cuál es la verdadera doctrina,”
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