domingo, 22 de enero de 2017

¿PORQUÉ ORAR SI DIOS SABE LO QUE NECESITAMOS?

ANTE QUE TODO HERMANOS,  BUSQUEMOS LA SANTIDAD, SIN LA CUAL NADIE VERÁ AL SEÑOR A TRAVÉS DE SU BENDITA PALABRA, PARA EVITAR SER ENGAÑADOS POR FALSOS APÓSTOLES Y PROFETAS, QUE PREDICAN UN FALSO EVANGELIO, LLENO DE DOCTRINAS Y FILOSOFÍAS HUMANAS, CON EL CUAL USAN PARA MANIPULAR A LOS CREYENTES Y HACERLOS SUMISOS Y OBEDIENTES A SUS ANTIBIBLICAS Y ABERRANTES PETICIONES. CUIDADO CON EL MAL LLAMADO, DEPRABADO, Y ANTIBÍBLICO EVANGELIO DE LA PROSPERIDAD, NO TE HAGAS ANATEMA POR CULPA DE ESTO. LEE LA BIBLIA Y PÍDELE A DIOS  QUE A TRAVÉS DE CRISTO Y EL GLORIOSOS ESPIRITU SANTO (COMO DEBE SER), TE REVELE EL AUTÉNTICO Y VERDADERO EVANGELIO.

Si Dios todo lo sabe, ¿por qué hay que orar?Muchas veces el cristiano piensa que si Dios es omnisciente, es decir, todo lo sabe, entonces, ¿para qué hay que orar, si Él sabe lo que uno necesita?Sería de preguntarse cuál es la razón para nosotros orar, si de todas maneras, como dice Nuestro Señor Jesucristo,  Dios sabe lo que necesitamos antes de que le pidamos.“7 Y orando, no seáis prolijos, como los gentiles; que piensan que por su parlería serán oídos. 8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis” (Mt 6:7-8)

Efectivamente, a mi modo de ver Dios, que conoce perfectamente la evolución de los distintos fenómenos, tanto los de índole física como los de índole espiritual, se da cuenta de lo que vamos a necesitar, aún antes de que nosotros nos percatemos de que nos está haciendo falta. Eso, sin contar con su presciencia, facultad que no sabemos si usa sólo cuando lo desea o continuamente. Pues bien, si Dios está enterado antes de que nosotros se lo digamos, ¿para qué decírselo?
Ahí es donde comienza la aplicación de la dinámica celestial. Parece ser que, dado que Dios nos ha otorgado el más absoluto libre albedrío, y dado que Él mismo lo respeta con exquisito cuidado, mientras nosotros no oremos a Él, repito, no le damos el “derecho”, por decirlo así, de intervenir en nuestros asuntos en forma particular, personal, específica. Hasta ese momento Él sólo “puede” usar (pues así estableció Él mismo la norma celestial) el derecho general que se reservó para la administración de los asuntos de todas las criaturas; pero no “puede” ir más allá. No es que no tenga fuerza y poder para hacerlo, es que Él no se va por encima de Sus propias normas de conducta que antes estableciera.
Por eso, si somos víctimas de una tentación, concupiscencia o pecado, y no oramos a Dios, Él no viene a meterse en el asunto. Si sólo de boca para afuera oramos para que nos libre de un pecado que nos agrada, Él se ve como si dijéramos “maniatado” por su anterior disposición sobre nuestro libre albedrío. Pero si con todo el corazón le pedimos que nos ayude, le damos el “derecho” de intervenir en nuestros asuntos, y es entonces cuando tienen lugar esos extraordinarios cambios de  nuestra actitud y comportamiento.
Por eso es que a pesar de que sabemos que Dios sabe lo que necesitamos, debemos orar. Orar no es enterar a Dios de algo que Él desconocía; si no darle oportunidad de entrar en un terreno que por divinas disposiciones previas, Él mismo se había vedado.
Por eso se aconseja: “Orad sin cesar”, (I Tes 5:17). Por eso el mismo Jesús nos enseña a orar en términos generales con el Padre Nuestro. Por eso ese pasaje Jesús lo dedicó a enseñarnos sobre la oración. Yo testifico que la oración puede hacer lo que no puede ni la energía, ni el planeamiento, ni la férrea voluntad, ni el valor, ni la firmeza de carácter, ni la astucia, ni la inteligencia, ni la experiencia, ni todo lo que puedan ustedes poner en la consecución de un empeño.  Ahora bien, no se agarren de esa verdad los vagos, los descarados, los negligentes y los “vive bien”, para descargar de sus hombros sus responsabilidades y tareas con el pretexto de que ya tienen el asunto en oración. Uno tiene que hacer lo que corresponde. El pan nuestro se pide en oración, pero trabajamos para ganarlo.
El que sustituye el esfuerzo normal que le corresponde, por el pretexto de la oración, sólo creeré que es sincero y honesto si veo que a la hora de comer en vez de pedir a otros o tratar de inspirar lástima para que le den, ora el Padre Nuestro,  (danos nuestro pan cotidiano) y se sienta también  a esperar sin hacer su parte. ¿Lo creeré sincero, si cuando desea una ropa lujosa o un buen auto, solamente ora y se sienta a esperar que aparezca?.
También hay quien piensa que cuando él pida algo de Dios, lo va a recibir en la forma más dramática y vanidosa que haya. No es así, la metodología divina no es igual a la humana. Veamos el caso del sirio Naamán, general leproso, que creía que Dios le iba a responder a su manera, y por poco no alcanza lo que imploraba.
Muchas veces los creyentes procedemos con Dios igual que este general sirio procedió con Eliseo. El profeta le dio al leproso todo lo necesario para curarse; pero por poco no se cura, porque Eliseo no siguió el método que el general creía que debía seguir.
Igualmente muchos creyentes pedimos cosas a Dios, las cuales esperamos que Él haga en forma dramática y anonadante, en la forma que nosotros creemos que debía sernos dadas. Luego, cuando obtenemos la misma meta que deseábamos, pero en forma que se nos antoja natural y humilde, nos parece que Dios no nos ha escuchado. Sí nos escuchó; lo que pasa es que no quiso estimular nuestra vanidad haciendo portentos teatralecos, cuando podía ayudarnos perfectamente por medios que a los demás les lucirían naturales.
Igualmente muchos creyentes piden a Dios saber la verdad en religión, pero cuando Dios les envía hermanos que discuten con ellos sus erradas doctrinas,  se  sienten defraudados como Naamán y piensan: yo creía que Dios dejaría Su Trono en el Cielo y aparecería delante de mí para decirme cuál es la verdadera doctrina.
“9 Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. 10 Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve, y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. 11 Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano, y tocará el lugar, y sanará la lepra. 12 Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado.”(II R 5:9:12)
Al fin sus siervos le hicieron razonar que si el profeta le hubiera pedido que hiciera algo difícil, teatral, dramático, seguramente lo hubiera hecho. Por lo tanto, si le había pedido una cosa tan sencilla como zambullirse siete veces en el río Jordán, ¿por qué no hacerlo? El general depuso su actitud, hizo aquella aparentemente tonta cosa que le había mandado el profeta, y quedó sano de su lepra. Si no hubiera aceptado las disposiciones del profeta de Dios, hubiera perdido la bendición que le estaba reservada.
Otro tanto nos puede suceder a nosotros, si cuando oramos, pensamos que la respuesta de Dios solamente debe venir en forma dramática, anonadante, teatralesca. Vale la pena aquí repetir el párrafo precedente: “Igualmente muchos creyentes piden a Dios saber la verdad en religión, pero cuando Dios les envía hermanos que discuten con ellos sus erradas doctrinas,  se  sienten defraudados como Naamán y piensan: yo creía que Dios dejaría Su Trono en el Cielo y aparecería delante de mí para decirme cuál es la verdadera doctrina,”

"En aquel día pediréis en mi nombre", Juan 16:26 –
Somos muy dados a pensar en la cruz como en algo por lo cual tenemos que pasar. Sin embargo, pasamos por ella sólo para entrar en ella. La cruz sólo tiene un significado para nosotros: una completa y absoluta identificación con el Señor Jesucristo y no hay nada en lo cual esta identificación se haga más real que en la oración.
"Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis", Mateo 6:8. Entonces, ¿porqué debemos pedir? La intención de la oración no es conseguir respuestas de Dios, sino tener una perfecta y completa unidad con Él. Si oramos sólo porque queremos el resultado, nos enojaremos con Dios. La oración es contestada cada vez que oramos pero no siempre viene en la manera que esperamos y nuestro enojo espiritual muestra el rechazo a identificarnos verdaderamente con nuestro Señor en la oración. No estamos aquí para probar que Dios contesta, sino para ser monumentos vivientes de la gracia divina.
"No os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama", Juan 16:26-27. ¿Haz alcanzado un nivel tal de intimidad con Dios que lo único que cuenta para tu vida de oración es que se vuelva una con la del Señor Jesucristo? ¿Ha reemplazado Él tu vida por la suya? Si es así, en aquel día estarás tan identificado con Jesús que no habrá distinción.
Cuando parezca que tu oración no fue respondida, guárdate de echarle la culpa a otro. Esa siempre es una trampa de Satanás. Cuando parece que no hay respuesta, siempre hay una razón. Dios usa estos momentos para darte una profunda enseñanza personal, la cual es sólo para ti.
¿Porqué orar si Dios sabe lo que necesitamos? Qué enseña la Biblia
Así que no os afanéis diciendo: "¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas (Mateo 6:31-32).
La oración abre la puerta de los tesoros del Reino de Dios. Es una llave que el Creador ha puesto en nuestras manos y nos invita a utilizar. La oración es el canal por donde fluye la provisión de Dios hacia nosotros.
Oración orando orar Una de las preguntas más frecuentes que las personas se hacen sobre la oración es: "Si Dios conoce todas mis necesidades, entonces.. ¿Porqué tengo que pedirle que me las supla?". El Señor nos enseña en Mateo 6 a no preocuparnos por lo que nos hace falta pues el Padre sabe todo lo que necesitamos incluso antes de que se lo pidamos (Mateo 6:8). A pesar de ello, nos indica que debemos pedir hasta por nuestros alimentos: "El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy" (Mateo 6:9). ¿No te parece curioso? Jesús nos asegura que está al tanto de lo que necesitamos, pero nos dice que debemos pedírselo en oración. Dios ha establecido a través de ella la fórmula divina para liberar sus bendiciones sobre sus hijos.
Para él sería muy sencillo darnos lo que necesitamos. Todo le pertenece. El universo está a su mando. Sería muy fácil brindarnos todo lo que nos hace falta sin tener que esperar a que nosotros se lo solicitemos. Pero no es así como lo ha estructurado.
Dios nos ama, y su mayor anhelo es tener intimidad con nosotros. Orar es mucho más que un montón de palabras intercaladas entre "Dios mío" y "Amén". La oración es la entrada espiritual para llegar a su presencia y experimentar la experiencia de amor que ha planificado tener contigo y conmigo.
¿Te imaginas como sería si Dios supliera nuestras necesidades sin que existiera este proceso?. Posiblemente nunca reconoceríamos su provisión divina. Todo lo bueno que llegara a nuestra vida nos parecerían simples coincidencias, o cosas que suceden porque deben suceder. Pero gracias al privilegio que tenemos de hablar con Dios en oración podemos experimentar un trato personal y diario con el creador.
Además, esta interacción nos mantiene conscientes y reconociendo que él es la fuente de todas las cosas. La causa por la cual muchas cosas no llegan sin oración es porque está esperando que le pidamos, pues hasta que no lo hacemos no reconocemos que él es nuestro suministro. Hay ocasiones en las que Dios espera que la necesidad sea grande de verdad, y que reconozcamos que solo él puede ayudarnos, pues ya hemos agotado todos los recursos.
Resumiendo, entre otras cosas Dios estableció la oración porque a través de ella le reconocemos como la única fuente y providencia de todo lo que nos hace falta. Sin dudas, es un plan de amor perfecto para mantenerse en comunión con sus hijos. ¿No te parece?
 

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