Para hacer estas palabras nuestras, debemos sobre todas las cosas, confiar en DIOS, tenemos que empezar por ver lo ÉL dice acerca de sí mismo.
Desde que somos muy jóvenes, nuestros padres nos
enseñan a no hablar con extraños. ¿Por qué? Porque los padres saben que
mientras algunas personas pueden tener buenas intenciones hacia sus hijos,
otros definitivamente no. Sólo al momento en el que una persona ha demostrado
su carácter bueno es que sabemos que podemos confiar en él.
La confianza es una dependencia asegurada en el
carácter, habilidad, fuerza o verdad de algo o alguien. Para poder formar una
dependencia asegurada en alguien, esa persona debe probarse a sí mismo por
medio de experiencias con nosotros a través el tiempo.
Confiar en DIOS trabaja un poco de la misma manera.
Cuando primero escuchamos de DIOS, no estamos seguros de que es sincero sobre
sí mismo. No estamos seguros si su carácter es verdaderamente bueno (después de
todo, cosas malas suceden en el mundo todo el tiempo) o si realmente quiere lo
mejor para nosotros.
Sencillamente, no sabemos si DIOS es capaz de
cuidar de nosotros en la manera en la que queremos ser cuidados. Necesitamos
que DIOS se gane nuestra confianza.
¿SE
PUEDE CONFIAR EN DIOS?
Para empezar, debemos saber lo que Dios dice acerca
de sí mismo. Los cristianos creen que Dios le dio la Biblia al mundo, la cual
revela su carácter a cualquier persona que quiera conocerlo.
En ella, de acuerdo con el autor Tim Chester, Dios
declara cuatro verdades fundamentales sobre sí mismo. Dios dice que es grande,
glorioso, bueno y misericordioso. Si decidimos creer que Dios realmente es
todas esas cosas, afectará nuestra capacidad de confiar en él.
Si creemos que Dios es grande, podemos confiar en
él para que esté en control porque es poderoso. Si creemos que Dios es
glorioso, podemos confiar en que no tenemos que buscar en otra parte para tener
satisfacción porque él satisface todas nuestras necesidades. Si creemos que
Dios es bueno, podemos confiar en que podemos soltar nuestras preocupaciones
porque él se preocupa por nosotros. Si creemos que Dios es misericordioso, no
tenemos que probarnos a nosotros mismos porque él nos acepta.1
OBSTÁCULOS
AL CONFIAR EN DIOS
Ciertamente es más fácil decirlo que hacerlo. No
todo el mundo aborda la vida con la convicción de que Dios es grande, glorioso,
bueno y misericordioso. ¿Por qué es eso?
El centro de la cuestión es que simplemente no
creemos lo que Dios dice acerca de sí mismo—o inclusive que Dios existe.
Cedemos a la duda.
Pero esto no es nada nuevo. La gente ha tenido
dificultad en confiar en Dios por un largo, largo tiempo. La Biblia dice que
esto es debido a Satanás, también conocido como el diablo.
De acuerdo con la Biblia, en el principio de los
tiempos, Satanás vino a Eva—la primera mujer que Dios creó—en la forma de una
serpiente. Quería provocarle duda sobre el carácter de Dios, “así que le
preguntó a la mujer: ‘¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún
árbol del jardín?’”2
Por primera vez, el escepticismo sobre la veracidad
y la bondad de Dios fue arrastrado a la mente de Eva. Ella respondió: “Podemos
comer del fruto de todos los árboles—respondió la mujer. Pero, en cuanto al
fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: ‘No coman de
ese árbol, ni lo toquen; de lo contrario, morirán.’”3
Eva relató las instrucciones de Dios—pero además
agregó una de sí misma. El mandato de Dios era que no comieran del fruto; Eva
se encargó de añadir que ni siquiera debían tocar el fruto. Ella intentó
establecer por lo menos la ilusión de control sobre su situación al agregar más
de su propia cosecha en los límites que Dios había dispuesto.
Satanás continuó; él jugaba con las dudas que se
formaban en la mente de Eva al mentirle sobre el carácter de Dios. Él quería
que ella se cuestionara la bondad de Dios, y preguntara, ¿Podría Dios retener
algo de mí?
“‘¡No es cierto, no van a morir!’ la serpiente le
dijo a la mujer. ‘Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les
abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal.’”4
Así que Eva decidió creer a Satanás en lugar de
creer a Dios: “La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que
tenía buen aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su
fruto y comió. Luego le dio a su esposo, y también él comió.”5
A través de este proceso, la duda, el pecado y la
muerte entraron en el mundo. Hoy seguimos los pasos de Eva. Elegimos no creer
lo que Dios dice acerca de sí mismo, sino escuchar lo que otros dicen.
PONIENDO
LA CONFIANZA A PRUEBA
Entonces, ¿cómo podemos avanzar hacia creer lo que
Dios dice sobre sí mismo—hacia confiar en él? Bueno, para empezar, debemos
simplemente probarlo. Puede ser un poco desconcertante o causarnos cierta
ansiedad, pero ¿qué pasa si tomamos lo que Dios dice acerca de sí mismo para
probarlo?
Tomemos por ejemplo la historia de Adán y Eva. ¿Qué
tal si, cuando la serpiente vino a Eva, ella habría respondido diferente? ¿Y si
ella hubiera dicho, “Ni siquiera necesito pensar en el fruto de ese árbol
porque Dios ya ha provisto todo para mí en otros árboles”? ¿Y si Adán hubiera
respondido, “Dios únicamente ha sido bueno con nosotros—si necesitáramos comer
esa fruta, él nos hubiera dicho”?
La historia completa habría resultado diferente.
¿Cómo serían nuestras vidas si viviéramos sin la
creencia de que Dios es grande, glorioso, bueno y misericordioso? ¿Qué pasaría
si dejamos a Dios estar en control, si encontramos satisfacción en él, si
tuviéramos la certeza de que él hará el bien para nosotros y que no sintiéramos
la necesidad de probarnos a nosotros mismos para él o para otros?
Así es como se vive una vida confiando en Dios. Sin
embargo, de la misma manera en la que no podemos confiar en un extraño de la
noche a la mañana, tampoco ocurre tan rápido que podamos confiar en Dios.
CONFIANZA
Y FE
Por ejemplo, considera a Pedro el buen amigo de
Jesús. Cuando Jesús instruyó a multitudes de personas que había venido para
darles una imagen de cómo era Dios, Pedro estaba con él. Igualmente, cuando
Jesús alimentó a más de 5 mil personas con sólo cinco panes y dos pescados,
Pedro estaba con él.6
Pedro escuchó a Jesús cuando declaró ser grande,
glorioso, bueno y misericordioso. Entonces vio las interacciones de Jesús con
la gente que lo rodeaba—incluso a los que la sociedad había despreciado y
rechazado. Vio que las acciones de Jesús correspondían con sus palabras.
Pedro llegó a conocer a Jesús. Y cuando llegó el
tiempo de Pedro para confiar en Jesús, fue capaz de hacerlo—al menos por un
tiempo.
Una noche, Pedro y otros discípulos de Jesús
estaban en un barco en medio de un lago; Jesús se había quedado atrás para orar.
Antes del amanecer, Jesús caminó sobre el lago hacia el barco. Los discípulos
pensaron que estaban viendo a un fantasma, y tenían miedo.
“Pero Jesús les dijo en seguida: ‘¡Cálmense! Soy
yo. No tengan miedo.’ ‘Señor, si eres tú—respondió Pedro—mándame que vaya a ti
sobre el agua.’”7
Pedro estaba dando la oportunidad a Jesús de
probarse a sí mismo. Quería confiar en él. ¿Lo complacería Jesús? ¿Cómo
respondería?
“‘Ven’—dijo Jesús. Pedro bajó de la barca y caminó
sobre el agua en dirección a Jesús.”8
¿Viste eso? Cuando Pedro creyó a Jesús fue todo lo
que decía ser, fue capaz de caminar sobre el agua. Pero la historia no ha
terminado. Pedro no mantuvo sus ojos en el premio—Jesús—por mucho tiempo.
“Pero al sentir el viento fuerte, tuvo miedo y
comenzó a hundirse. Entonces gritó: ‘¡Señor, sálvame!’ En seguida Jesús le
tendió la mano y, sujetándolo, lo reprendió: ‘¡Hombre de poca fe! ¿Por qué
dudaste?’”9
Jesús quiere tanto que nosotros creamos que él es
quien dice ser. Él quiere hacer cosas asombrosas en las vidas de aquellos que
creen en él. Y él quiere rescatarnos de nuestra duda si tan sólo clamáramos por
su ayuda.
CONFIAMOS
LO QUE CONOCEMOS
¿Qué tenemos que perder? Si nos basamos en lo que
Jesús afirma ser, como Pedro lo hizo, quién sabe lo que podría y va a hacer en
nuestras vidas. Y si tenemos un momento en el cual dudamos de él y comenzamos a
hundirnos, él nos salvará.
Pero sólo podemos crecer para confiar en un Dios
que llegamos a conocer. A medida que pasamos tiempo con Dios y le damos la
oportunidad de demostrarnos que es grande, glorioso, bueno y misericordioso
como afirma ser, él puede o no ganarse nuestra confianza.
Si no estás seguro de cómo empezar, considera
hablar con alguien que conozcas que tenga una relación con Dios. La oración y
el estudio de Biblia son buenas formas para iniciar. Habla con Dios e
interpreta lo que tiene que decir sobre sí mismo. Lleguen a conocerse
mutuamente y decide por ti mismo si Dios es digno de confianza.
Autor:
Kristin Postlethwait
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