En Deuteronomio 28 podemos ver las condiciones que Dios establece para que vengan sobre nosotros una serie de bendiciones que Él ha planificado para nuestras vidas; si estas condiciones no se cumplen, también establece que vendrán las maldiciones allí puntualizadas.Muchos se preguntan: “¿Será la voluntad de Dios que yo esté enfermo? ¿Será que Dios se glorifica en la enfermedad? ¿Estaré pagando por algún pecado que he cometido? ¿Por qué es que oro y no viene la sanidad?”
Una de las cosas que quiero enseñarte hoy es que
Dios nos ama y quiero hacer un énfasis especial en el hecho de que, porque Él
nos ama, ha provisto para nosotros muchas bendiciones. ¡Él nos ha amado desde
antes de que nazcamos, nos ama durante nuestra vida aquí en la tierra y nos
amará en la eternidad! No es que nos ama y nos hace sufrir aquí pero después
seremos felices allá. Dios quiere que tengamos gozo, vida abundante, sanidad,
alegría, fe y esperanza aquí; Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y
para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).
La Biblia dice en Oseas 4:6: “Mi pueblo fue
destruido, porque le faltó conocimiento”.
El tema de la salud y la enfermedad tiene que ver
con condiciones que Dios ha establecido para recibir una y desechar la otra;
condiciones que, si no las conocemos, si no entendemos la palabra de Dios y no
sabemos lo que Jesús ha hecho por nosotros, si no sabemos cuáles son las
promesas que nos pertenecen, no podremos gozar de las bendiciones, ni tampoco
podremos pelear por ellas ni reclamarlas. Pero, si sabemos lo que Dios ha hecho
por nosotros, lo que Él ha previsto por nosotros y sabemos también cuáles son
nuestros derechos por ser creyentes, por ser hijos de Dios, por haber creído en
Jesucristo, entonces nos podemos plantar firmes y declarar: ¡Esto sí es de Dios
y esto no! ¡Lo que es de Dios lo quiero porque me pertenece!
LAS BENDICIONES Y LAS MALDICIONES: ¿TE PERSIGUEN O LAS CORRES?
Leemos en Deuteronomio 28:1 y 2: “1Acontecerá que
si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra
todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te
exaltará sobre todas las naciones de la tierra. 2Y vendrán sobre ti todas estas
bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios”. Si oyes
atentamente para obedecer las palabras de Dios, lo que Él te ordena, sucederá
que todas sus bendiciones vendrán sobre ti. ¿Tú andas buscando bendiciones?
¡Estás haciendo mal! Porque la palabra de Dios dice que las bendiciones te
alcanzarán si prestas atención a lo que Dios te dice, y hoy Él quiere hablarte.
Tienes que guardar en tu corazón y obedecer lo que te está demandando, entonces
sucederá que Dios te exaltará y no tendrás que andar llorando por bendición, no
necesitarás andar mendigando. ¡Las bendiciones que están enumeradas en el
capítulo 28 de Deuteronomio te perseguirán! ¡Tú correrás y éstas irán detrás de
ti!
Sigamos leyendo Deuteronomio 28:3 al 9: “3Bendito
serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. 4 Bendito el fruto de tu
vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y
los rebaños de tus ovejas. 5 Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. 6
Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir. 7 Jehová derrotará a tus
enemigos que se levantaren contra ti; por un camino saldrán contra ti, y por
siete caminos huirán de delante de ti. 8 Jehová te enviará su bendición sobre
tus graneros, y sobre todo aquello en que pusieres tu mano; y te bendecirá en
la tierra que Jehová tu Dios te da. 9 Te confirmará Jehová por pueblo santo
suyo, como te lo ha jurado, cuando guardares los mandamientos de Jehová tu
Dios, y anduvieres en sus caminos”. ¡Él te lo ha jurado! Cuando guardares sus
mandamientos, sus bendiciones te perseguirán y te alcanzarán. Deuteronomio
28:10 continúa diciendo: “10 Y verán todos los pueblos de la tierra que el
nombre de Jehová es invocado sobre ti, y te temerán”. ¿La gente está viendo la
gloria de Dios en tu vida o no? Te sientas a tomar mate con tu vecina a
murmurar acerca de los acontecimientos y a llorar, o tu vecina te pregunta:
“¿Qué es lo que tienes que siempre hablas palabras positivas y de esperanza?
¡Sabes que cuando oraste por mí, quedé livianita! ¡Yo quiero tener lo que tú
tienes!” ¡Dios te jura que te bendecirá! Esas bendiciones te perseguirán; un
día golpearán a tu puerta, abrirás y preguntarás: “¿Quién es?” Y te
responderán: “¡Soy una bendición del cielo!” ¡Esto va para las solteras! De la
misma manera, a partir del versículo 15 de Deuteronomio, se detallan las maldiciones
por no oír la voz de Dios: “15 Pero acontecerá, -si no oyeres la voz de Jehová
tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te
intimo hoy- que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán”.
¿Tú corres y te persiguen las bendiciones o las
maldiciones? ¿Cómo es tu vida cristiana? ¿Será posible que Dios permita que a
un creyente le suceda lo que me sucede a mí? Tengo que decirte que hay cosas
que no vienen de parte de Dios porque Él así lo quiere, sino que Dios ha puesto
en tus manos la elección de lo que sucederá en tu vida. Dios te presenta todas
las bendiciones y todas las maldiciones y de ti depende que las maldiciones o
las bendiciones te lleguen. No es que Dios es caprichoso y al que se le da la
gana bendice y a otro maldice. ¡No es así! Dios ama a todos por igual, Él ha
pagado el mismo precio por todos y cada uno de nosotros. ¡Tú vales tanto como
yo!
Encontramos todas las maldiciones enumeradas en
Deuteronomio 28, desde el versículo 16 hasta el final del capítulo: “16 Maldito
serás tú en la ciudad, y maldito en el campo. 17 Maldita tu canasta, y tu
artesa de amasar. 18 Maldito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, la
cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas. 19 Maldito serás en tu entrar, y
maldito en tu salir. 20 Y Jehová enviará contra ti la maldición, quebranto y
asombro en todo cuanto pusieres mano e hicieres, hasta que seas destruido, y
perezcas pronto a causa de la maldad de tus obras por las cuales me habrás
dejado. 21 Jehová traerá sobre ti mortandad, hasta que te consuma de la tierra
a la cual entras para tomar posesión de ella. 22 Jehová te herirá de tisis, de
fiebre, de inflamación y de ardor, con sequía, con calamidad repentina y con
añublo; y te perseguirán hasta que perezcas. 23 Y los cielos que están sobre tu
cabeza serán de bronce, y la tierra que está debajo de ti, de hierro. 24 Dará
Jehová por lluvia a tu tierra polvo y ceniza; de los cielos descenderán sobre
ti hasta que perezcas. 25 Jehová te entregará derrotado delante de tus enemigos;
por un camino saldrás contra ellos, y por siete caminos huirás delante de
ellos; y serás vejado por todos los reinos de la tierra. 26 Y tus cadáveres
servirán de comida a toda ave del cielo y fiera de la tierra, y no habrá quien
las espante. 27 Jehová te herirá con la úlcera de Egipto, con tumores, con
sarna, y con comezón de que no puedas ser curado. 28 Jehová te herirá con
locura, ceguera y turbación de espíritu; 29 y palparás a mediodía como palpa el
ciego en la oscuridad, y no serás prosperado en tus caminos; y no serás sino
oprimido y robado todos los días, y no habrá quien te salve”.
¿TE HA
PASADO QUE ORAS PERO TUS ORACIONES NO PASAN DEL TECHO? Muchos me han
dicho que oran pero les da la sensación de que esas oraciones pegan el techo.
Puede ser que los cielos sobre ti sean de bronce, y otros tienen uno de hierro;
y nada de lo que hacen les sale bien. Eres un cristiano pero te preguntas si
esto le puede suceder a un cristiano y yo te digo que sí, porque un creyente
también puede tener incredulidad y puede rechazar la palabra de Dios,
volviéndose contra su palabra aún sin darse cuenta, sin quererlo, simplemente
por ser ignorante.
¡La ignorancia es un mal muy grande! Creer que Dios
puede enviar una enfermedad porque es su voluntad que tú estés enfermo, es
falta de conocimiento. Solamente tu alejamiento de Dios determina que la
maldición se acerque; cerca de Dios está la bendición. Cuando dispones tu
corazón para escuchar la palabra de Dios para obedecerla, tú te acercas a Dios
y Él se acerca a ti; y eso le encanta porque a partir de ese momento comienzas
a recibir lo que Él quiere que recibas y eso es, bendición abundante. ¡Lejos de
Dios no hay bendición! Sufro cuando un creyente me dice que se alejó sin darse
cuenta y ahora le cuesta volver. Antes servías a Dios con gozo pero ahora no
tiene fuerzas; es que, lejos de Dios se pierden las fuerzas para orar, para
servir, para asistir a la iglesia; y lejos de Dios comienzan a venir las
maldiciones. El tema de la enfermedad y de la sanidad está en el contexto de
las bendiciones y las maldiciones. No hay ninguna bendición en Deuteronomio 28
que sugiera que Dios te enviará una hernia o un cáncer para bendecirte; a
partir del versículo 15 están todas las maldiciones, pero yo prefiero tomar la
decisión de disponer mi corazón para oír y obedecer la palabra de Dios,
entonces las bendiciones me alcanzarán.
Juan 10:10 afirma: “10 El ladrón no viene sino para
hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia”. ¿Tú tenías la idea de que Jesús es un ladrón, que vino a
matar, a destruir o robar? Jesús es el dador de la vida, ésta es espiritual,
psíquica o almática y es biológica; Él no dijo: “No les voy a dar abundancia de
vida biológica pero, confórmense porque les daré mucha vida espiritual”.
El ser humano está compuesto por vida espiritual,
vida síquica y vida biológica. Cuando Jesús declaró que ha venido para darnos
vida y vida en abundancia, es para que nos gocemos y demos gloria a Dios.
Dios me ha mostrado que todo lo que ha hecho es
para nosotros; el planeta lo ha hecho para que lo disfrutemos. Todo es de Él pero
nos lo ha entregado a nosotros. Cristo no ha venido para robarnos un pedacito
de vida sino para dárnosla y en abundancia. ¡Él no es el ladrón! Quien te roba
la salud y el gozo se llama satanás.
Cuando hablamos de salud no nos referimos sólo a la
salud física, sino también a la salud psíquica. La medicina ha descubierto que
más del 90% de las enfermedades son psicosomáticas, provienen del alma y tienen
que ver con los estados de ánimo de las personas, tienen que ver con el
resentimiento o el odio que la persona tiene, con amarguras y soledad; esos
estados de ánimo generan sustancias tóxicas dentro del cuerpo y lo enferman.
Así que se necesita tener más salud mental que del cuerpo, ya que por la falta
de salud en el alma, generamos enfermedades en el cuerpo. ¡Y Jesús vino a
darnos vida, y vida en abundancia! O sea que cuando viene a tu vida, quiere
arreglar todo y no un pedacito, quiere que te veas lindo por dentro y por
fuera.
La vida abundante es un don de Dios y su deseo es
que la tengamos. Debo decirte que Jesús pagó un precio muy alto para que
nosotros tengamos esa vida. La Biblia nos enseña acerca del perdón de nuestros
pecados y también acerca de nuestra sanidad.
El Salmo 103, versículos 1 al 3 dice: “1 Bendice,
alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre. 2 Bendice, alma mía,
a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios. 3 El es quien perdona todas
tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias”.
¡Dios perdona todas nuestras iniquidades! ¿Qué
sería de mí si no me perdonara todas mis iniquidades? ¿De qué te serviría si
Dios perdonara el 99% de tus iniquidades y te dejara un 1%? ¡Te irías al
infierno por ese 1% de pecados! El diablo engaña a los creyentes robándoles la
fe y transformándolos en incrédulos; hay creyentes que me dicen: “Pastor, yo sé,
que Dios me ha perdonado mis pecados pero hay uno que no creo que me perdone”.
El diablo se conforma con que un creyente se vaya al infierno por creer que
Jesús no puede perdonar ese pecado. ¡Él es quien perdona todas tus iniquidades!
La sanidad le sigue al perdón de pecados, ¿por qué? porque Dios es nuestro
Padre y nos ama profundamente, mejor de lo que un padre ama a su hijo, por lo
tanto Él provee para que sus hijos puedan disfrutar en ausencia de pecados y de
enfermedades. ¡Dios permite que tengamos una vida abundante sin ningún pecado y
sin ninguna enfermedad!
Te advierto que si escuchas la palabra de Jehová
para guardarla en tu corazón y ponerla por obra entonces Él enviará todas las
bendiciones, éstas te perseguirán y te alcanzarán.
La Biblia relata muchos casos en los que Jesús
manifestó su deseo de sanar y así lo hizo. Leamos Marcos 1:40 y 41: “40 Vino a
él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes
limpiarme. 41 Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó,
y le dijo: Quiero, sé limpio”. ¡Dios quiere tu sanidad! ¿Por qué Él querría la
sanidad del leproso y no la tuya? ¿Ese leproso valía más que tú? Aunque había
algo en ese hombre, él creía y por eso le dijo al Señor: “Si tú quieres, puedes
limpiarme”. Tenía absoluta certeza de que podía sanarlo, aunque no tenía muy
claro si Jesús quería limpiarlo o no, pero la voluntad de Dios era que fuera
sanado, entonces Jesús le dijo: “Quiero”, y lo sanó. ¡La voluntad de Dios es
que seas sano! La Biblia también señala que en Nazareth, su tierra, Jesús no
pudo sanar a algunos por causa de la incredulidad de ellos: “5 Y no pudo hacer
allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos
las manos. 6 Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos” (Mateo 6:5 y 6). Cuando
la palabra de Dios es enviada y choca en ti pero rebota y cae, entonces Dios no
puede hacer nada. No te confundas, no me estoy refiriendo a lo que oyes con tus
oídos naturales sino a lo que recibes en tu corazón. ¿Está entrando en tu
corazón lo que Dios te dice en este momento o no? ¿Tu corazón está abierto o
no? ¡Dios no cambia! Dice la Biblia en Hebreos 13:8 que Él es el mismo, ayer,
hoy y por los siglos. Si Él tenía misericordia en aquel entonces, hoy también la
tiene, si en aquel entonces amó hoy también ama. Cuando Jesús murió en la cruz
del calvario no entregó su vida sólo por sus contemporáneos, murió también por
ti y por mí; allí estaba yo Franklin González juntamente con Él. ¡Jesús estaba
pagando el precio por mi vida! Tu rostro se tiene que iluminar con la
esperanza, con la fe, porque señala la Biblia que la fe viene por el oír y el
oír de la palabra de Dios. ¡Abre tu corazón para recibir! Lucas 6:19 dice: “19Y
toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos”.
Como la mujer que tocó el manto de Jesús, la gente se acercaba a Él porque
había una especie de transmisión de unción. ¡La voluntad de Dios es sanar a
todos! ¿O tú crees que Jesús es una fuente de agua dulce y agua amarga y dice:
A este lo voy a sanar pero a este otro no? ¡La voluntad de Dios es tu sanidad!
Él quiere que creas que este es tu derecho, adquirido en la cruz del calvario.
El profeta Isaías, cientos de años antes, profetizó acerca de Jesús: “3 Despreciado
y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y
como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. 4 Ciertamente
llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le
tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido” (Isaías 53:3 y 4).
CONCLUSIÓN
¿Tú crees que Dios te va a sanar? ¡ESTÁS ERRADO PORQUE ÉL YA TE SANÓ!
¡Llevó en la cruz del calvario nuestras enfermedades! ¿Lo crees o no? La
ordenanza del antiguo testamento establece que una persona que muere en un
madero es maldita (Deuteronomio 21:23); esa persona no nos puede bendecir
porque es maldito de Dios, pero los judíos no entienden la verdad y el misterio
establecido por Dios desde antes de la fundación del mundo, y es que Cristo se
hizo maldición por nosotros y llevó en la cruz delante del Padre los pecados de
todos nosotros y nuestras enfermedades. ¡El precio ya está pagado! ¡Tú sanidad
es un derecho! ¡Ya la tienes! ¡Solamente tienes que creerlo! No tienes que
acercarte a Jesús a ver si te sana, si hace algo o no, Él ya lo hizo.
¿Entiendes lo qué es escuchar la palabra de Dios y guardarla para obedecerla?
¡La bendición te está persiguiendo ahora, simplemente tienes que creer así como
has creído en el perdón de tus pecados para salvación eterna! “…más Jehová
cargó en él el pecado de todos nosotros” dice Isaías 53:6. Del mismo modo que
tus pecados, tu sanidad fue consumada en tiempo pasado.
En una oportunidad, le dijeron a Jesús: “Creo;
ayuda mi incredulidad” (Marcos 9:24). ¡La vida abundante es para todos los que
han creído! Los verdaderos creyentes dan gloria a Dios en las más grandes
dificultades, saben que Dios se va a glorificar aún en el peor problema. ¡A los
que a Dios aman, todas las cosas les ayudan a bien! ¡La cara del creyente no
cambia con las circunstancias, no se vuelve depresivo con una mala noticia, no
tendrá temor de malas noticias! ¡El creyente tiene fe, sabe lo que le
corresponde! ¡Tiene derechos que ha adquirido Cristo en la cruz del calvario!
He escuchado cristianos decir: “Yo siento que Dios
no me ama”. ¿Tú te llamas creyente? ¿Dios ama al peor de los criminales y a ti
no? De tal manera amó Dios al mundo, dice Juan 3.16, y eso te incluye a ti, que
dio a su Hijo unigénito para que todo aquel que en ÉL cree no se pierda sino
que tenga vida eterna. Si te ama, la provisión de ÉL es también para ti. Por
eso en esta hora no le pedirás a Dios que te sane sino que le darás gracias
porque Él ha consumado tu sanidad en la cruz del calvario. ¡Yo proclamo sanidad
en el nombre de Jesús! Santiago 5:14 y 15 dice: “14 ¿Está alguno enfermo entre
vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con
aceite en el nombre del Señor. 15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el
Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados”.
Lo que más cuesta es creer la palabra de Dios;
cuando esto sucede, la incredulidad está trabajando y por más creyente que
seas, ella, la incredulidad, te está ganando una batalla. ¡Vamos a creer y a
darle gloria a Dios!
El Señor se ha glorificado a sí mismo revelándote
que sólo necesitas creer lo que ya está hecho; si tú has creído y sabes que
está hecho, dile: “¡Señor, yo he creído por lo tanto he recibido!”
“Padre bendigo a tu pueblo, te doy gracias por tu
presencia; que ésta nos acompañe y que tu pueblo sepa retener tu presencia,
Señor. ¡Acompáñanos en los días venideros y alumbra nuestro camino! Haz brillar
tu rostro sobre nosotros, te lo pedimos en el nombre de Jesús. Que los hombres
vean tu gloria en nuestro rostro, que vean tu paz, tu bendición. Que tu pueblo
disfrute de paz donde vaya, en el nombre de Jesús. Que tu presencia acompañe a
tu pueblo, que tengan fe y operen en el poder de Jesucristo. ¡Reciban ahora
unción y poder para sanar enfermos! En el nombre de Jesús hago esta oración,
amén”.
Dios no solamente quiere sanarte sino que quiere
usarte para sanar; tu oración será poderosa, será firme. Las maldiciones y los
poderes del infierno que traen enfermedades no podrán contra ti, porque la
unción y el poder de Cristo estarán sobre ti. “…sobre los enfermos pondrán sus
manos, y sanarán” dice el Señor (Marcos 16:18)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario