viernes, 10 de marzo de 2017

LAS BENDICIONES DEL ÚNICO DIOS VIVIENTE Y EXISTENTE, JEHOVA DE LOS EJÉRCITOS

En Deuteronomio 28 podemos ver las condiciones que Dios establece para que vengan sobre nosotros una serie de bendiciones que Él ha planificado para nuestras vidas; si estas condiciones no se cumplen, también establece que vendrán las maldiciones allí puntualizadas.Muchos se preguntan: “¿Será la voluntad de Dios que yo esté enfermo? ¿Será que Dios se glorifica en la enfermedad? ¿Estaré pagando por algún pecado que he cometido? ¿Por qué es que oro y no viene la sanidad?”

Una de las cosas que quiero enseñarte hoy es que Dios nos ama y quiero hacer un énfasis especial en el hecho de que, porque Él nos ama, ha provisto para nosotros muchas bendiciones. ¡Él nos ha amado desde antes de que nazcamos, nos ama durante nuestra vida aquí en la tierra y nos amará en la eternidad! No es que nos ama y nos hace sufrir aquí pero después seremos felices allá. Dios quiere que tengamos gozo, vida abundante, sanidad, alegría, fe y esperanza aquí; Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).
La Biblia dice en Oseas 4:6: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento”.

El tema de la salud y la enfermedad tiene que ver con condiciones que Dios ha establecido para recibir una y desechar la otra; condiciones que, si no las conocemos, si no entendemos la palabra de Dios y no sabemos lo que Jesús ha hecho por nosotros, si no sabemos cuáles son las promesas que nos pertenecen, no podremos gozar de las bendiciones, ni tampoco podremos pelear por ellas ni reclamarlas. Pero, si sabemos lo que Dios ha hecho por nosotros, lo que Él ha previsto por nosotros y sabemos también cuáles son nuestros derechos por ser creyentes, por ser hijos de Dios, por haber creído en Jesucristo, entonces nos podemos plantar firmes y declarar: ¡Esto sí es de Dios y esto no! ¡Lo que es de Dios lo quiero porque me pertenece!
            LAS BENDICIONES Y LAS MALDICIONES: ¿TE PERSIGUEN O LAS CORRES?
Leemos en Deuteronomio 28:1 y 2: “1Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. 2Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios”. Si oyes atentamente para obedecer las palabras de Dios, lo que Él te ordena, sucederá que todas sus bendiciones vendrán sobre ti. ¿Tú andas buscando bendiciones? ¡Estás haciendo mal! Porque la palabra de Dios dice que las bendiciones te alcanzarán si prestas atención a lo que Dios te dice, y hoy Él quiere hablarte. Tienes que guardar en tu corazón y obedecer lo que te está demandando, entonces sucederá que Dios te exaltará y no tendrás que andar llorando por bendición, no necesitarás andar mendigando. ¡Las bendiciones que están enumeradas en el capítulo 28 de Deuteronomio te perseguirán! ¡Tú correrás y éstas irán detrás de ti!
Sigamos leyendo Deuteronomio 28:3 al 9: “3Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. 4 Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas. 5 Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. 6 Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir. 7 Jehová derrotará a tus enemigos que se levantaren contra ti; por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán de delante de ti. 8 Jehová te enviará su bendición sobre tus graneros, y sobre todo aquello en que pusieres tu mano; y te bendecirá en la tierra que Jehová tu Dios te da. 9 Te confirmará Jehová por pueblo santo suyo, como te lo ha jurado, cuando guardares los mandamientos de Jehová tu Dios, y anduvieres en sus caminos”. ¡Él te lo ha jurado! Cuando guardares sus mandamientos, sus bendiciones te perseguirán y te alcanzarán. Deuteronomio 28:10 continúa diciendo: “10 Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre de Jehová es invocado sobre ti, y te temerán”. ¿La gente está viendo la gloria de Dios en tu vida o no? Te sientas a tomar mate con tu vecina a murmurar acerca de los acontecimientos y a llorar, o tu vecina te pregunta: “¿Qué es lo que tienes que siempre hablas palabras positivas y de esperanza? ¡Sabes que cuando oraste por mí, quedé livianita! ¡Yo quiero tener lo que tú tienes!” ¡Dios te jura que te bendecirá! Esas bendiciones te perseguirán; un día golpearán a tu puerta, abrirás y preguntarás: “¿Quién es?” Y te responderán: “¡Soy una bendición del cielo!” ¡Esto va para las solteras! De la misma manera, a partir del versículo 15 de Deuteronomio, se detallan las maldiciones por no oír la voz de Dios: “15 Pero acontecerá, -si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy- que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán”.
¿Tú corres y te persiguen las bendiciones o las maldiciones? ¿Cómo es tu vida cristiana? ¿Será posible que Dios permita que a un creyente le suceda lo que me sucede a mí? Tengo que decirte que hay cosas que no vienen de parte de Dios porque Él así lo quiere, sino que Dios ha puesto en tus manos la elección de lo que sucederá en tu vida. Dios te presenta todas las bendiciones y todas las maldiciones y de ti depende que las maldiciones o las bendiciones te lleguen. No es que Dios es caprichoso y al que se le da la gana bendice y a otro maldice. ¡No es así! Dios ama a todos por igual, Él ha pagado el mismo precio por todos y cada uno de nosotros. ¡Tú vales tanto como yo!
Encontramos todas las maldiciones enumeradas en Deuteronomio 28, desde el versículo 16 hasta el final del capítulo: “16 Maldito serás tú en la ciudad, y maldito en el campo. 17 Maldita tu canasta, y tu artesa de amasar. 18 Maldito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, la cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas. 19 Maldito serás en tu entrar, y maldito en tu salir. 20 Y Jehová enviará contra ti la maldición, quebranto y asombro en todo cuanto pusieres mano e hicieres, hasta que seas destruido, y perezcas pronto a causa de la maldad de tus obras por las cuales me habrás dejado. 21 Jehová traerá sobre ti mortandad, hasta que te consuma de la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella. 22 Jehová te herirá de tisis, de fiebre, de inflamación y de ardor, con sequía, con calamidad repentina y con añublo; y te perseguirán hasta que perezcas. 23 Y los cielos que están sobre tu cabeza serán de bronce, y la tierra que está debajo de ti, de hierro. 24 Dará Jehová por lluvia a tu tierra polvo y ceniza; de los cielos descenderán sobre ti hasta que perezcas. 25 Jehová te entregará derrotado delante de tus enemigos; por un camino saldrás contra ellos, y por siete caminos huirás delante de ellos; y serás vejado por todos los reinos de la tierra. 26 Y tus cadáveres servirán de comida a toda ave del cielo y fiera de la tierra, y no habrá quien las espante. 27 Jehová te herirá con la úlcera de Egipto, con tumores, con sarna, y con comezón de que no puedas ser curado. 28 Jehová te herirá con locura, ceguera y turbación de espíritu; 29 y palparás a mediodía como palpa el ciego en la oscuridad, y no serás prosperado en tus caminos; y no serás sino oprimido y robado todos los días, y no habrá quien te salve”.
¿TE HA PASADO QUE ORAS PERO TUS ORACIONES NO PASAN DEL TECHO? Muchos me han dicho que oran pero les da la sensación de que esas oraciones pegan el techo. Puede ser que los cielos sobre ti sean de bronce, y otros tienen uno de hierro; y nada de lo que hacen les sale bien. Eres un cristiano pero te preguntas si esto le puede suceder a un cristiano y yo te digo que sí, porque un creyente también puede tener incredulidad y puede rechazar la palabra de Dios, volviéndose contra su palabra aún sin darse cuenta, sin quererlo, simplemente por ser ignorante.
¡La ignorancia es un mal muy grande! Creer que Dios puede enviar una enfermedad porque es su voluntad que tú estés enfermo, es falta de conocimiento. Solamente tu alejamiento de Dios determina que la maldición se acerque; cerca de Dios está la bendición. Cuando dispones tu corazón para escuchar la palabra de Dios para obedecerla, tú te acercas a Dios y Él se acerca a ti; y eso le encanta porque a partir de ese momento comienzas a recibir lo que Él quiere que recibas y eso es, bendición abundante. ¡Lejos de Dios no hay bendición! Sufro cuando un creyente me dice que se alejó sin darse cuenta y ahora le cuesta volver. Antes servías a Dios con gozo pero ahora no tiene fuerzas; es que, lejos de Dios se pierden las fuerzas para orar, para servir, para asistir a la iglesia; y lejos de Dios comienzan a venir las maldiciones. El tema de la enfermedad y de la sanidad está en el contexto de las bendiciones y las maldiciones. No hay ninguna bendición en Deuteronomio 28 que sugiera que Dios te enviará una hernia o un cáncer para bendecirte; a partir del versículo 15 están todas las maldiciones, pero yo prefiero tomar la decisión de disponer mi corazón para oír y obedecer la palabra de Dios, entonces las bendiciones me alcanzarán.
Juan 10:10 afirma: “10 El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. ¿Tú tenías la idea de que Jesús es un ladrón, que vino a matar, a destruir o robar? Jesús es el dador de la vida, ésta es espiritual, psíquica o almática y es biológica; Él no dijo: “No les voy a dar abundancia de vida biológica pero, confórmense porque les daré mucha vida espiritual”.
El ser humano está compuesto por vida espiritual, vida síquica y vida biológica. Cuando Jesús declaró que ha venido para darnos vida y vida en abundancia, es para que nos gocemos y demos gloria a Dios.
Dios me ha mostrado que todo lo que ha hecho es para nosotros; el planeta lo ha hecho para que lo disfrutemos. Todo es de Él pero nos lo ha entregado a nosotros. Cristo no ha venido para robarnos un pedacito de vida sino para dárnosla y en abundancia. ¡Él no es el ladrón! Quien te roba la salud y el gozo se llama satanás.
Cuando hablamos de salud no nos referimos sólo a la salud física, sino también a la salud psíquica. La medicina ha descubierto que más del 90% de las enfermedades son psicosomáticas, provienen del alma y tienen que ver con los estados de ánimo de las personas, tienen que ver con el resentimiento o el odio que la persona tiene, con amarguras y soledad; esos estados de ánimo generan sustancias tóxicas dentro del cuerpo y lo enferman. Así que se necesita tener más salud mental que del cuerpo, ya que por la falta de salud en el alma, generamos enfermedades en el cuerpo. ¡Y Jesús vino a darnos vida, y vida en abundancia! O sea que cuando viene a tu vida, quiere arreglar todo y no un pedacito, quiere que te veas lindo por dentro y por fuera.
La vida abundante es un don de Dios y su deseo es que la tengamos. Debo decirte que Jesús pagó un precio muy alto para que nosotros tengamos esa vida. La Biblia nos enseña acerca del perdón de nuestros pecados y también acerca de nuestra sanidad.
El Salmo 103, versículos 1 al 3 dice: “1 Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre. 2 Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios. 3 El es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias”.
¡Dios perdona todas nuestras iniquidades! ¿Qué sería de mí si no me perdonara todas mis iniquidades? ¿De qué te serviría si Dios perdonara el 99% de tus iniquidades y te dejara un 1%? ¡Te irías al infierno por ese 1% de pecados! El diablo engaña a los creyentes robándoles la fe y transformándolos en incrédulos; hay creyentes que me dicen: “Pastor, yo sé, que Dios me ha perdonado mis pecados pero hay uno que no creo que me perdone”. El diablo se conforma con que un creyente se vaya al infierno por creer que Jesús no puede perdonar ese pecado. ¡Él es quien perdona todas tus iniquidades! La sanidad le sigue al perdón de pecados, ¿por qué? porque Dios es nuestro Padre y nos ama profundamente, mejor de lo que un padre ama a su hijo, por lo tanto Él provee para que sus hijos puedan disfrutar en ausencia de pecados y de enfermedades. ¡Dios permite que tengamos una vida abundante sin ningún pecado y sin ninguna enfermedad!
Te advierto que si escuchas la palabra de Jehová para guardarla en tu corazón y ponerla por obra entonces Él enviará todas las bendiciones, éstas te perseguirán y te alcanzarán.
La Biblia relata muchos casos en los que Jesús manifestó su deseo de sanar y así lo hizo. Leamos Marcos 1:40 y 41: “40 Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. 41 Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio”. ¡Dios quiere tu sanidad! ¿Por qué Él querría la sanidad del leproso y no la tuya? ¿Ese leproso valía más que tú? Aunque había algo en ese hombre, él creía y por eso le dijo al Señor: “Si tú quieres, puedes limpiarme”. Tenía absoluta certeza de que podía sanarlo, aunque no tenía muy claro si Jesús quería limpiarlo o no, pero la voluntad de Dios era que fuera sanado, entonces Jesús le dijo: “Quiero”, y lo sanó. ¡La voluntad de Dios es que seas sano! La Biblia también señala que en Nazareth, su tierra, Jesús no pudo sanar a algunos por causa de la incredulidad de ellos: “5 Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos. 6 Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos” (Mateo 6:5 y 6). Cuando la palabra de Dios es enviada y choca en ti pero rebota y cae, entonces Dios no puede hacer nada. No te confundas, no me estoy refiriendo a lo que oyes con tus oídos naturales sino a lo que recibes en tu corazón. ¿Está entrando en tu corazón lo que Dios te dice en este momento o no? ¿Tu corazón está abierto o no? ¡Dios no cambia! Dice la Biblia en Hebreos 13:8 que Él es el mismo, ayer, hoy y por los siglos. Si Él tenía misericordia en aquel entonces, hoy también la tiene, si en aquel entonces amó hoy también ama. Cuando Jesús murió en la cruz del calvario no entregó su vida sólo por sus contemporáneos, murió también por ti y por mí; allí estaba yo Franklin González juntamente con Él. ¡Jesús estaba pagando el precio por mi vida! Tu rostro se tiene que iluminar con la esperanza, con la fe, porque señala la Biblia que la fe viene por el oír y el oír de la palabra de Dios. ¡Abre tu corazón para recibir! Lucas 6:19 dice: “19Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos”. Como la mujer que tocó el manto de Jesús, la gente se acercaba a Él porque había una especie de transmisión de unción. ¡La voluntad de Dios es sanar a todos! ¿O tú crees que Jesús es una fuente de agua dulce y agua amarga y dice: A este lo voy a sanar pero a este otro no? ¡La voluntad de Dios es tu sanidad! Él quiere que creas que este es tu derecho, adquirido en la cruz del calvario. El profeta Isaías, cientos de años antes, profetizó acerca de Jesús: “3 Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. 4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido” (Isaías 53:3 y 4).
CONCLUSIÓN
¿Tú crees que Dios te va a sanar? ¡ESTÁS ERRADO PORQUE ÉL YA TE SANÓ! ¡Llevó en la cruz del calvario nuestras enfermedades! ¿Lo crees o no? La ordenanza del antiguo testamento establece que una persona que muere en un madero es maldita (Deuteronomio 21:23); esa persona no nos puede bendecir porque es maldito de Dios, pero los judíos no entienden la verdad y el misterio establecido por Dios desde antes de la fundación del mundo, y es que Cristo se hizo maldición por nosotros y llevó en la cruz delante del Padre los pecados de todos nosotros y nuestras enfermedades. ¡El precio ya está pagado! ¡Tú sanidad es un derecho! ¡Ya la tienes! ¡Solamente tienes que creerlo! No tienes que acercarte a Jesús a ver si te sana, si hace algo o no, Él ya lo hizo. ¿Entiendes lo qué es escuchar la palabra de Dios y guardarla para obedecerla? ¡La bendición te está persiguiendo ahora, simplemente tienes que creer así como has creído en el perdón de tus pecados para salvación eterna! “…más Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” dice Isaías 53:6. Del mismo modo que tus pecados, tu sanidad fue consumada en tiempo pasado.
En una oportunidad, le dijeron a Jesús: “Creo; ayuda mi incredulidad” (Marcos 9:24). ¡La vida abundante es para todos los que han creído! Los verdaderos creyentes dan gloria a Dios en las más grandes dificultades, saben que Dios se va a glorificar aún en el peor problema. ¡A los que a Dios aman, todas las cosas les ayudan a bien! ¡La cara del creyente no cambia con las circunstancias, no se vuelve depresivo con una mala noticia, no tendrá temor de malas noticias! ¡El creyente tiene fe, sabe lo que le corresponde! ¡Tiene derechos que ha adquirido Cristo en la cruz del calvario!
He escuchado cristianos decir: “Yo siento que Dios no me ama”. ¿Tú te llamas creyente? ¿Dios ama al peor de los criminales y a ti no? De tal manera amó Dios al mundo, dice Juan 3.16, y eso te incluye a ti, que dio a su Hijo unigénito para que todo aquel que en ÉL cree no se pierda sino que tenga vida eterna. Si te ama, la provisión de ÉL es también para ti. Por eso en esta hora no le pedirás a Dios que te sane sino que le darás gracias porque Él ha consumado tu sanidad en la cruz del calvario. ¡Yo proclamo sanidad en el nombre de Jesús! Santiago 5:14 y 15 dice: “14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. 15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados”.
Lo que más cuesta es creer la palabra de Dios; cuando esto sucede, la incredulidad está trabajando y por más creyente que seas, ella, la incredulidad, te está ganando una batalla. ¡Vamos a creer y a darle gloria a Dios!
El Señor se ha glorificado a sí mismo revelándote que sólo necesitas creer lo que ya está hecho; si tú has creído y sabes que está hecho, dile: “¡Señor, yo he creído por lo tanto he recibido!”
“Padre bendigo a tu pueblo, te doy gracias por tu presencia; que ésta nos acompañe y que tu pueblo sepa retener tu presencia, Señor. ¡Acompáñanos en los días venideros y alumbra nuestro camino! Haz brillar tu rostro sobre nosotros, te lo pedimos en el nombre de Jesús. Que los hombres vean tu gloria en nuestro rostro, que vean tu paz, tu bendición. Que tu pueblo disfrute de paz donde vaya, en el nombre de Jesús. Que tu presencia acompañe a tu pueblo, que tengan fe y operen en el poder de Jesucristo. ¡Reciban ahora unción y poder para sanar enfermos! En el nombre de Jesús hago esta oración, amén”.

Dios no solamente quiere sanarte sino que quiere usarte para sanar; tu oración será poderosa, será firme. Las maldiciones y los poderes del infierno que traen enfermedades no podrán contra ti, porque la unción y el poder de Cristo estarán sobre ti. “…sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán” dice el Señor (Marcos 16:18)

No hay comentarios.: