miércoles, 6 de julio de 2016

HACER VOTO A DIOS

¿FUE EL VOTO DE JACOB UN INTENTO DE REGATEAR CON DIOS?

Seguramente se refiere al voto que hizo Jacob en Génesis 28:20-22, después que el Señor se le apareció en sueños. Jacob solicitó la compañía, protección y cuidado del Señor en el viaje, y prometió que, de recibirlos, adoraría a Dios y pagaría los diezmos. ¡Esto se parece mucho al regateo! Pero antes de examinar la experiencia de Jacob, debo explicar algunas cosas acerca de los votos en Israel.

1. Naturaleza de los votos. En la Biblia, un voto es por lo general una oración en la que los individuos se comprometen a hacer algo por el Señor, si Dios les concede lo que piden. Esto se hacía especialmente en momentos de gran necesidad o peligro. Había dos clases de votos: 1. El voto incondicional, en el cual las personas se comprometían a hacer algo por el Señor sin solicitar una bendición especial. Este era el caso del voto nazareo (Núm. 6:2). 2. El voto condicional, que era cumplido solamente si se recibía el favor solicitado (1 Sam. 1:11). La práctica estaba basada en el principio de reciprocidad: un favor recibido demanda una expresión de gratitud; por medio del don recibido, el receptor se transforma en dador. Esto no significaba regatear con Dios, sino que implicaba un deseo de profunda comunión con él. Se percibe a Dios como alguien con quien hablar y solicitar un favor, y a quien se puede prometer algo para recibir a cambio su bondad. Se asume que él podría decidir no otorgar la petición, tornando así innecesario el cumplimiento del voto. La práctica de hacer votos se daba dentro de una relación de pacto establecida por Dios después de redimir a su pueblo. Es posible que algunos trataran de regatear con el Señor. De hecho, algunos procuraron manipular a Dios mediante el sistema de sacrificios (Sal. 50:7-15), pero no lo lograron.
2. El voto de Jacob. La impresión que tengo aquí es que Jacob no está regateando. Su situación era mucho más seria. Dios ya le había prometido lo que pedía, y mucho más. En el sueño, el Señor le prometió la tierra donde dormía, multiplicar sus descendientes, bendecir a todos por medio de él, estar con él y protegerlo (Gén. 28:13-15). En su voto, Jacob solicitó la presencia divina, protección, y un regreso sano y salvo. Si se le otorgaban estas cosas, Dios sería su Dios y Jacob le daría los diezmos. ¿Por qué Jacob no aceptó simplemente lo que Dios ya le había prometido? Creo que era porque Jacob sufría una discapacidad espiritual.
3. El compromiso de Jacob con Dios. Al hacer el voto, Jacob aún no se había entregado al Señor. En su voto dijo: «Entonces el Señor será mi Dios» (28:21, NVI). Dios lo sabía, y por ello se presentó como «el Dios de tu abuelo Abrahán y de tu padre Isaac» (28:13, NVI). Dios aún no era el Dios de Jacob, pero su cuidado providencial produjo la conversión del patriarca. Dios lo bendijo tanto durante el tiempo que pasó con Labán, que Jacob dijo: «Dios le ha quitado el ganado al padre de ustedes [Labán], y me lo ha dado a mí» (31:9, NVI). El Señor también protegió a Jacob en sus relaciones comerciales con Labán (31:22-24) y durante su encuentro con Esaú (33:1-5). Finalmente, el Señor envió de regreso a Jacob a la tierra de Canaán con la promesa de su presencia (31:3). En ese punto de la narrativa, Jacob escogió al Señor como su Dios: el Señor era ahora el Dios de Abrahán, de Isaac, y de Jacob, aunque el patriarca ya no era más Jacob, sino Israel (32:24-30). En Canaán, construyó un altar y adoró al Señor (33:20).
El voto de Jacob fue una experiencia intermedia que lo llevó a comprometerse personalmente con el plan de Dios para él y sus descendientes. Dios trata con nosotros según nuestra condición espiritual y nos guía con paciencia si estamos dispuestos a emprender una relación más profunda y personal con él como nuestro Redentor.
Deberíamos probar a Dios, como lo hizo Jacob, porque él aún acepta nuestros votos. Dios no rechaza a los discapacitados espirituales, y tampoco deberíamos hacerlo nosotros.
We should try God, as Jacob did, because He still accepts our vows. He does not reject the spiritually impaired, and neither should we. Autor: Ángel Manuel Rodríguez


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