martes, 13 de diciembre de 2016

ANDAR POR FE, NO POR VISTA

CAMINANDO EN FE
La segunda epístola de Corintios 5:6-7 nos dice: «Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor, porque por fe andamos, no por vista[1]. Otras versiones emplean el verbo vivir en vez de andar. «Andar» aquí es una referencia metafórica sobre la forma en que una persona dirige su vida.

El apóstol Pablo recuerda a sus lectores que los seguidores de Cristo no deben edificar su vida sobre una base sin relevancia eterna. En vez de perseguir los mismos objetivos que el mundo, el cristiano debe concentrarse en Jesús, el Cielo y las realidades invisibles. El apóstol continúa: «Por tanto, procuramos también, ausentes o presentes, serle agradables, porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo»[2]. Jesús también nos ordenó guardar tesoros en el Cielo[3]. Prometió recompensar a todo el que lleva a cabo Su voluntad[4] y castigar a quienes lo rechazan[5].

Andar por fe equivale a vivir a la luz de las consecuencias eternas. Andar por fe es temer a Dios más que al hombre. Es obedecer las instrucciones divinas de la Biblia, aun cuando sean contrarias a las órdenes terrenales. Es escoger la rectitud y no el pecado —sin importar las consecuencias—; confiar en Dios en toda situación y creer que Él recompensará a quienes lo buscan, aunque el mundo entero asegure lo contrario[6].
En vez de amar las cosas de este mundo[7], los cristianos debemos glorificar a Dios en todo lo que hacemos[8]. Ese modo de vida requiere fe, puesto que no podemos ver, oír ni tocar elementos espirituales. Edificar nuestra vida sobre la verdad en la Palabra de Dios, en vez de en las populares filosofías actuales, es actuar en contra de las inclinaciones naturales. […] Andar por fe exige sintonizar nuestro corazón a la voz del Espíritu Santo y la verdad de la Palabra de Dios[9]. Es escoger vivir de acuerdo a lo que nos revela Dios, en vez de basarnos en nuestro propio entendimiento[10].  Tomado de gotquestions.org[11]
¿Alguna vez han imaginado perder la vista? En muchas ocasiones he procurado identificarme con quienes no pueden ver al intentar dar unos pocos pasos con los ojos cerrados. Luego de caminar un poco, me encuentro completamente desorientado. Resulta difícil acostumbrarse a caminar sin ver lo que uno está pisando.
La Biblia nos exhorta a «andar por fe, no por vista». Dicha tarea resulta tan difícil como caminar con los ojos cerrados. Pero cuantos más pasos se dan, más cómodo se siente uno y mayor confianza se obtiene sobre el destino de nuestro andar. Es que, en resumidas cuentas, de eso se trata la fe: es «la certeza de lo que se espera».[12] Shane Scott[13]
Uno de los ejemplos más destacados de andar por fe y no por vista fue el breve paseo que dio Pedro sobre el mar de Galilea. Cierta noche, el apóstol Pedro se encontraba con varios compañeros en un bote, cuando fueron sorprendidos por una tormenta. Estaban a punto de hundirse, cuando, de la nada, vieron a Jesús que caminaba hacia ellos entre las rugientes olas. Les aseguró que no debían tener miedo.
«Señor, si eres Tú», respondió Pedro, «dime que camine hacia ti sobre el agua». «Ven», lo animó Jesús. Pedro se bajó del bote, caminó sobre el agua y se acercó a Jesús. (De momento, bien.) Pero al ver el viento (ese fue el momento exacto en que cambió fe por vista) sintió temor y empezó a hundirse. Entonces gritó: «¡Señor, sálvame!» Jesús se acercó de inmediato, extendió Su mano y lo sostuvo. «Hombre de poca fe», dijo, «¿por qué dudaste?»[14]
Uno de los mayores obstáculos de la fe es el mundo que nos rodea. Al igual que las aguas que se agitaban alrededor del apóstol Pedro, este mundo parece muy real. Nosotros, polvo de la tierra, sentimos mayor afinidad con nuestro entorno natural. Sentimos dolor al enfermar. Escuchamos las burlas y amenazas de vecinos y familiares. Al quedarnos sin empleo, nos enfrentamos a la dura realidad de ser despedidos y nos preguntamos cómo nos las arreglaremos para pagar las cuentas. Los problemas familiares son reales. Los informes médicos son reales. También lo son las tentaciones y debilidades de la carne.
Sea cual sea la situación, a nuestro alrededor vemos, oímos, saboreamos, olemos y sentimos este mundo material. Estamos conscientes de él a través de nuestros sentidos. Pero existe otra dimensión, no menos importante: la fe.
Si nuestra mente se ocupa mayormente del mundo y las cosas materiales, acceder al elemento espiritual de la fe resulta sumamente difícil. Nos hundimos con facilidad en un mar de dudas, al igual que el apóstol Pedro.
Por otra parte, apartar la mente de lo físico y concentrarse en lo espiritual es una de las claves para aumentar la fe. Estudiar la Palabra de Dios y permitir al Espíritu de Dios obrar en nosotros llena nuestra mente con la comprensión de lo espiritual. Asimismo, mediante la oración nuestra mente se concentrará con mayor facilidad en la presencia de Dios en nuestra vida.  Autor anónimo[15]
Hay dificultades de la vida —por ejemplo, una gripe o una discusión con un compañero de trabajo— que no duran mucho. Otras pueden dilatarse: una enfermedad crónica, un impedimento físico, una adicción, la pérdida de un ser querido o una lucha sin cuartel por superar un defecto como la ira o el mal humor. Puede ser necesario bregar durante semanas, meses o incluso años con algo así.
A veces esas situaciones persisten pese a que uno considera que ha hecho todo lo que estaba a su alcance: ha orado, leído y obedecido la Palabra de Dios, ha invocado Sus promesas y ha procurado confiar en Él. Si después de todo eso uno sigue sin ver una salida, es fácil desmoralizarse.
Es posible que Dios nos esté poniendo a prueba para ver si vamos a confiar, tener fe y agradecerle todo lo bueno que nos da, aun cuando parezca que no responde a una petición particular que le hemos hecho. «Por fe andamos, no por vista. Bienaventurados los que no vieron, y creyeron»[16]. A Dios le encanta que Sus hijos manifiesten fe, y promete recompensar grandemente a quienes soportan las pruebas con valor.
Si Dios está obrando en tu vida con el fin de cultivar en ti determinada cualidad, puede que el proceso demore un poco. Un trozo de carbón no se convierte en un diamante de la noche a la mañana; lo mismo sucede con nosotros.
Cuando te parezca que has llegado al límite de tus fuerzas, aguanta un poco más. Muchas veces la paciencia es la llave que nos da acceso a las bendiciones de Dios. Hay casos en que tenemos que conformarnos con aguardar a que Él nos responda. Aunque le pidamos que ponga fin enseguida a nuestras dificultades, es posible que Él considere preferible hacerlo más adelante. El cronograma de Dios es impecable. «Bien lo ha hecho todo»[17]. Confía en Él.
La fe implica confianza. Quien tiene fe no se rinde ni da nada por imposible. Quien tiene fe no permite que las circunstancias o las pruebas lo despojen de su paz y de su alegría.
Si no claudicamos, y más bien nos aferramos a Dios pase lo que pase, si nos proponemos firmemente creer en Sus promesas aunque no veamos aún su cumplimiento, la victoria será nuestra al fin. Una fe de ese calibre es invencible. Dios siempre nos sacará adelante. 
Shannon Shayler.



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