viernes, 23 de diciembre de 2016

NUESTRA CONFIANZA DEBE DESCANSAR EN DIOS

Mejor es confiar en Jehová que confiar en el hombre (Salmos 118:8)
La confianza es la “esperanza firme o seguridad que se tiene en que una persona va a actuar o una cosa va a funcionar como se desea”. La confianza es un valor, pero, en nuestros días esta muy desgastado. Los seres humanos, con el paso del tiempo hemos perdido la confianza en los demás y también nos hemos vuelto merecedores de desconfianza. Pregunto ¿cuántas veces esa esperanza firme o esa seguridad que depositamos en personas, o en autoridades, o en instituciones ha sido quebrantada? La respuesta es obvia, infinidad de veces. Tantas promesas incumplidas, tantos casos de estafa, tantos pactos traicionados, tantos compromisos rotos, productos defectuosos, etc., son suficientes argumentos para afirmar que la confianza se ha diluido en nuestros días.
confianza

Cambiemos la pregunta ¿Cuántas veces nosotros mismos hemos quebrantado esa esperanza o esa seguridad que otra persona depositó en nosotros? La respuesta es igualmente contundente, muchas veces. En algún momento de nuestra vida, ha habido personas que pusieron su esperanza o tuvieron la seguridad que nosotros haríamos algo o actuaríamos de cierta manera, pero la realidad fue otra, traicionamos la confianza que pusieron en nosotros, los defraudamos, incumplimos, y por ende nos hemos hecho merecedores de desconfianza. En síntesis, lo que intento decir es los hombres no somos cien por ciento confiables y que en todo lo que hacemos siempre está latente el temor que nos fallen o nos vuelvan a fallar, hagámonos otra pregunta ¿por qué los hombres no somos cien por ciento confiables? Lo responderé en las líneas siguientes.

Los seres humanos no somos confiables absolutamente
Para responder la pregunta del párrafo anterior sugiero dos razones, primero no somos confiables, porque nuestras pasiones nos dominan la mayor parte del tiempo y segundo, porque somos inconstantes en nuestras convicciones.
Las pasiones dominan a los seres humanos
Los hombres violamos o traicionamos la confianza que depositan en nosotros porque la gran mayor parte del tiempo nuestras pasiones nos dominan. Estamos en constante lucha contra lo que desea nuestra carne y lo que es correcto. Me explico poniendo dos casos concretos. Todos sabemos que la avaricia es el deseo desmedido de tener dinero a costa de lo que sea. Esa pasión mal sana hizo que despidieran a una amiga. Ella tomó dinero de la agencia bancaria donde trabajaba. Traicionó la confianza del banco que la contrató porque la avaricia pudo más que sus valores. Otro ejemplo, una pareja de esposos amigos míos, están a punto de divorciarse, porque la esposa no actuó como se esperaba de ella. Mi amigo descubrió que ella lo estaba engañando, que tenía una relación fuera de su matrimonio. La pasión sexual dominó a mi amiga, su deseo carnal terminó con la confianza del esposo. Estos son apenas dos ejemplos que estoy citando, estoy seguro que existen miles de ejemplos más que respaldarían que las pasiones dominan a los seres humanos la mayor parte del tiempo y por eso no somos confiables. Ahora veamos la otra razón por lo cual no somos confiables.
pecador
Los hombres son inconstantes en sus convicciones
Una de las cosas más penosas que hacemos los hombres es traicionar nuestras convicciones. Una convicción es una ideología, una forma de pensar, es una filosofía de vida. La gran mayoría tenemos nuestras propias convicciones en la vida porque estamos seguros de lo que queremos, y de lo que creemos. Sin embargo, las convicciones se ponen a prueba en momentos críticos, cuando tenemos que tomar decisiones serias, cuando tenemos que decidir si hacemos algo incorrecto o no. En el preciso momento que un hombre traiciona sus convicciones se expone a traicionar la confianza que se ha depositado en él. Y por lo general los hombres somos inconstantes, a veces somos adaptables a las circunstancias, no mantenemos la misma manera de pensar en todos los casos. Por eso digo que el hombre no es confiable plenamente, porque varía de acuerdo a lo que día a día se le presenta. No es constante en su manera de pensar. No actúa igual en todos los casos.
La buena noticia, Dios si es confiable
A diferencia de los hombres Dios no actúa como los seres humanos. A Dios no lo rigen sus pasiones y tampoco traiciona sus convicciones porque Dios es inmutable, es eterno, no cambia, Él es el mismo de ayer, de hoy y lo será por la eternidad. Dios no está pensando que hoy algo es bueno y mañana no lo es.
En la Biblia encontramos muchos pasajes en donde se nos pide que confiemos plenamente en Dios, que depositemos nuestra esperanza y nuestra seguridad en Él. También hay una gama de pasajes donde se nos pide que no confiemos más ni en los hombres, ni en nosotros mismos antes que en Dios. De hecho, Dios lo deja claro en Jeremías 17:5 al decir: maldito el hombre que confía en el hombre, maldito el que se apoya en su propia fuerza y aparta su corazón del Señor. El salmista comprendió perfectamente esto y por ello escribió lo siguiente: mejor es confiar en Dios que confiar en el hombre. Ahora permíteme darte algunas razones por las cuales es mejor confiar en Dios que en los hombres.
Confiemos en Dios porque sus planes son perfectos, siendo Dios omnisciente, sus planes tienen que ser perfectos, de hecho, lo son, Jeremías 29:11 dice: porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes –afirma el Señor–, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza, de acuerdo con este versículo podemos esperar que Dios actúe de acuerdo a lo que Él mismo ha dicho, que sus planes para nosotros son de bienestar, y o de calamidad. No son como los planes que algunos hacen donde deben considerar imprevistos, Dios tiene todo fríamente calculado. El tiempo y el espacio Él los controla, Pedro escribió: mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día (2Pe.3:8). Confiemos en que los planes de Dios siempre serán mejores que cualquier plan nuestro.
Confiemos en Dios porque su presencia estará siempre con nosotros, ¿cuántas veces te ha pasado que una persona te ha prometido estar siempre a tu lado y ha faltado a su promesa? Dios no actúa de la misma manera. Él promete estar con nosotros y así lo hará. Hebreos 13:5b-6: porque Él dijo: no te desampararé, ni te dejaré; de manera que podamos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador, no temeré lo que me pueda hacer el hombre. A Josué, luego de la muerte de Moisés también le dijo: nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé, (Josué 1:5), el rey David expresó esa seguridad que Dios no lo dejaría aun cuando las personas más allegadas a Él lo abandonaran, en el Salmo 27 escribió: aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá. Confía en Dios porque jamás te dejará solo, no va abandonarte nunca.
Confiemos en Dios porque sus promesas son verdaderas, si se pudieran enumerar y escribir el sinfín de promesas que te han hecho y no se cumplieron, o las que hicimos y que no cumplimos, no nos alcanzarían ni las hojas, ni las manos, ni tendríamos el tiempo para decirlas, porque han sido muchas. Sin embargo, a diferencia de los hombres Dios cumple sus promesas siempre. A Abraham le prometió descendencia, abundante descendencia, y le cumplió. Para garantizarle la bendición dice hebreos 6:13 que: porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo… sabiendo Dios que Él es el único que puede ser fiel a sus promesas no juró por nadie más, lo hizo por Él mismo. La promesa de Abraham somos los que hemos creído, la descendencia, Jesús es la primicia y de ahí nosotros. Por ello el apóstol Pablo escribió: porque todas las promesas de Dios son en Él Si, y en Él Amén, por medio de nosotros, para la Gloria de Dios, (2Cor. 1:20). Dios no rompe sus promesas, por esa razón es digno de nuestra confianza.
Confiemos en Dios porque Él es fiel a pesar de nosotros, la gran mayoría de nosotros condicionamos nuestras relaciones, nuestras acciones y nuestra entrega, si recibimos entonces damos, de acuerdo a lo que recibimos también así nos entregamos. Dios es fiel a pesar de nuestra conducta, de nuevo, Dios no cambia, Él sigue siendo fiel a pesar que nosotros seamos infieles. Un día una mujer me dijo que ella actuaba bien si su esposo la trataba bien, de lo contrario ella era como un espejo, reflejaba las mismas actitudes que su esposo tenía para con ella. Dios es fiel, el apóstol Pablo dijo: sí fuéramos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo, (2Tim. 2:2), Dios no espera que seamos infieles, pero aun cuando lo seamos Él no cambiara porque sería contradecir su naturaleza. El hombre traiciona sus pactos, rompe sus promesas, incumple con sus compromisos, pero Dios es fiel. Dios no puede negarse porque entonces su Misericordia no se haría patente en nuestra vida, por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad, (Lam. 3:22-23).
Confiemos en Dios porque en Él estamos seguros, ningún sistema de seguridad en el mundo por mas sofisticado que digan que es, puede ser más seguro que el abrigo de Dios. El salmista nuevamente lo expresaba en varios pasajes de la siguiente manera: el que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: esperanza mía y castillo mío; mi Dios en quien confiaré, (Sal. 91:1-2), luego viene una lista de situaciones de las cuales Dios guarda a los que confían en Él. En Dios podemos estar seguros que nos librará de: las trampas del cazador, mortíferas plagas, porque debajo de sus alas estaremos seguros, por esa seguridad no tenemos que temer del terror de la noche, ni la flecha que vuela, ni la peste que acecha, (paráfrasis de Sal. 101:3-6), la seguridad que Dios nos da incluye hasta andar en valle de sombra y de muerte porque Dios nos guardará, Dios no permitirá que tu pie resbale, porque jamás se duerme, ni aun se adormece, el Señor es quien te cuida, es Tu sombra protectora, de día no hará daño el sol, ni la luna de noche, el Señor te protegerá; de todo mal, estando en el hogar o en el camino, no solamente hoy sino que siempre estarás seguro en Él. (paráfrasis de Sal. 121:3-8).

Mientras tanto, haz tu lo posible y deja que Dios haga lo imposible

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