martes, 20 de diciembre de 2016

DIOS NO TE HA OLVIDADO


¿Has conocido alguna vez la depresión? ¿Alguna vez has estado tan preocupado y perplejo que has pasado noches sin dormir? ¿Tuviste tiempos cuando estabas tan bajo y molesto que nadie te podía consolar? ¿Has estado tan bajo que tuviste deseos de rendirte, sintiendo que tu vida era un fracaso total?

No me estoy refiriendo a alguna condición física. No me estoy refiriendo a personas que tienen algún desequilibrio químico o enfermedad mental. Estoy hablando de cristianos que de vez en cuando luchan contra una depresión que los azota de la nada. Su condición a menudo no viene de una sola fuente, sino de muchas. A veces son azotados de todos lados, hasta que están tan abrumados que no pueden ver más allá de su desesperación.
Si esto te describe, entonces el Salmo 77 fue escrito para ti. Su significado es para señalarte la salida de tu pena y temor. Este Salmo fue escrito por un hombre llamado Asaf, un levita de la línea sacerdotal de Israel. Asaf también era cantante, y servía como el director de coro asignado por David. Por todo, Asaf escribió once Salmos. Y estaban tan llenos de instrucción justa para el pueblo de Dios que yo llamaría a este hombre un predicador laico.
Asaf escribió el Salmo 77 después que el cayó en un horrible hoyo de desesperación. Su condición llegó a ser tan mala que Asaf estaba más allá del consuelo: “… mi alma rehusaba el consuelo.” (Salmo 77:2). Este hombre piadoso estaba en tal desesperación, que nada que le dijeran lo podía sacar de su condición. Ni Asaf mismo podía pronunciar palabra: “… estaba yo quebrantado y no hablaba.” (77:4). Mas, sin embargo, Asaf era un hombre de oración. Vemos esto en el mismo Salmo mientras él testifica: “Con mi voz clamé a Dios, a Dios clamé porque él me escucha.” (77:1).
Estoy seguro que Asaf había escuchado el testimonio muy similar de David en el Salmo 34: “Los ojos de Jehová están sobre los justos y atentos sus oídos al clamor de ellos. (34:15). David dice antes en el Salmo, “Busqué a Jehová, y él me oyó y me libró de todos mis temores. Este pobre clamó, y lo oyó Jehová y lo libró de todas sus angustias.” (34:4, 6).
Sin duda, Asaf había escuchado a David contar la fascinante historia de cómo él tuvo que huir de Gat para alejarse de Saúl. David tuvo que hacerse pasar por un loco en ese pueblo para escapar con su vida. Este exiliado siervo del Señor se sintió tan bajo en ese tiempo, como un gran fracasado, que él clamó a Dios. El busco al Señor en su agonía, y David testifica que él fue totalmente liberado. De hecho, Dios puso un canto en el corazón de David.
Vemos a David relatando su nuevo canto de fe a sus músicos en el Salmo 40. Seguramente, que este cántico llego a las manos de Asaf, el director del coro. El Salmo declara: “… oyó mi clamor, y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña y enderezó mis pasos.” (40:1-2).
Como el líder nacional de adoración, Asaf canto estas canciones acerca de liberación y oraciones contestadas. El ministro estas mismas verdades a Israel, arreglándolas y declarándolas en cánticos, dirigiendo el coro en una voz unificada de fe. De hecho, en su propia canción de adoración – Salmo 78 – Asaf castiga a Israel por su incredulidad. Él los corrige, diciéndoles que Dios no había contestado sus oraciones a causa de sus pecados:
“Su espíritu no fue fiel con Dios. Ellos hablaron contra Dios, diciendo, ‘¿Puede el Señor proveer una mesa en el desierto? ¿Puede dar pan también? Por todo esto ellos pecaron también, y no creyeron sus maravillosas obras. Ellos limitaron al Santo de Israel. Ellos lo provocaron y entristecieron.” (Ver Salmo 78).
Pero ahora Asaf estaba enfrentado su propia lucha. La Biblia no nos dice que causo la depresión de este hombre. Todo lo que sabemos es, su alma estaba tan cargada que no podía dormir: “No me dejabas pegar los ojos;” (77:4).
En este punto, Asaf escribe que él estaba desilusionado por el silencio de Dios: “Al Señor busqué en el día de mi angustia; ¿Desechará el Señor para siempre y no volverá más a sernos propicio? ¿Ha cesado para siempre su misericordia? ¿Se ha acabado perpetuamente su promesa? ¿Ha olvidado Dios el tener misericordia?” (77:2, 7-9). El director del coro de Israel parece concluir, “¡Dios no contesta mis oraciones!”
¿Es esta la historia de tan solo un hombre piadoso y desesperado en el Antiguo Testamento, o será una historia común para muchos creyentes intercesores hoy en día?
¿Será posible que la historia de Asaf describa tu propia lucha espiritual? Aquí estaba un hombre piadoso, fiel, e intercesor. Asaf no era algún malhechor sensual. Él amaba la Palabra de Dios y la enseñaba en la congregación. Pero ahora él estaba enfrentando una terrible depresión.
Según recientes encuestas periodísticas, la actitud de Asaf en el Salmo 77 realmente refleja la creencia de la mayoría de los americanos. Los sondeos declaran que la mayoría de la gente piensa que Dios escucha las oraciones, sin embargo, poca de esas mismas personas cree que Dios contesta sus oraciones. Yo encuentro que estas pruebas profundas y oscuras fueron experimentadas por los grandes predicadores de los últimos 200 años. Por ejemplo, Charles Haddon Spurgeon fue conocido como uno de los predicadores Bíblicos más piadosos de todos los tiempos. Spurgeon fue un intercesor quien buscaba al Señor continuamente. Sin embargo, el también enfrento profundas y espantosas depresiones. (En esos tiempos, la condición era conocida como “melancolía.”)
John Fletcher es otro siervo de Dios quien sufría grandes depresiones. Él ministraba bajo ningún otro sino John Wesley, quien llamó a Fletcher el hombre más piadoso en la faz de la tierra. La presencia de Cristo era tan poderosa en la vida de Fletcher que a menudo sus amigos enmudecían cuando él entraba a la habitación. Este hombre exudaba el Espíritu de Cristo.
Sin embargo, Fletcher también experimentaba las espantosas profundidades que Asaf describía. Una horrible melancolía caía sobre el de la nada, afligiéndolo por días enteros. Fletcher soporto terribles pruebas de desesperación, sin ninguna explicación racional para ellas.
Andrew Bonar, un pastor piadoso de mucha oración del siglo diecinueve, contó que tenía experiencias similares. Él escribió esta entrada agonizante en su diario:
“Estoy quedando atrás en mi carrera celestial… Dios no me esta usando en la conversión de almas como antes hacía… necesito libertarme de la sombra de temor, inseguridad… algunos de mis amigos más cercanos ya no parecen compadecerse de mis necesidades… vergüenza y tristeza me inundan a causa de mi falta de santidad.
“¡O, lo que he perdido! Mi corazón se hunde en mí. Soy reprendido por la santidad que veo en otros… parece que hay una nube entre mí y el Hijo de Justicia. Me parece escuchar al Señor decir, ‘No tengo mucho uso de ti ahora…’”
Parece que cada uno de los ministros más santos, devotos e intercesores han enfrentado tal hora. Todos describen que son abrumados por el desánimo. Y pocos pueden explicar de dónde vino su nube oscura. Rara vez parece salir por una sola cause, sino más bien era el resultado de un problema sobre otro.
Ni siquiera el santo y devoto apóstol Pablo fue inmune a tales depresiones. El escribió a los Corintios, “… tribulación que nos sobrevino en Asia, pues fuimos abrumados en gran manera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida.” (2 Corintios 1:8).
La palabra griega que Pablo usa por desesperación en este versículo se traduce como, “No podíamos entenderlo, nos desesperamos, hasta la muerte.” Él estaba diciendo, en resumen, “ansiamos morir, porque no podíamos comprender lo que estábamos pasando. Estábamos presionados mas allá de nuestra resistencia.”
Es difícil imaginar estas palabras saliendo de Pablo. ¿Quién confiaba en Dios más que este apóstol temerario? ¿Quién ayuno y oro más que Pablo? ¿Quién tuvo tantas oraciones contestadas? Sin embargo, vino sobre Pablo una hora de desánimo tal como el nunca experimento. ¿Cuál era esta condición?
Algunos comentaristas bíblicos creen que era una combinación de pruebas. Entre esta una profunda angustia mental, causada por personas que Pablo amo y que luego se volvieron contra suya. Estos amigos cercanos no solo abandonaron a Pablo, sino que regaron mentiras acerca de él. Ellos difamaron su nombre. Además, Pablo se deprimía por enfermedades violentas. El experimento naufragio en más de una ocasión. Y complots malignos eran planeados contra él, con la meta de quitarle la vida. Además de estas cosas, Pablo tenía ansiedad por el cuidado de muchas iglesias.
Esto parecería demasiado pesado para ser llevado por un hombre. Sin embargo, todo junto aun no puede explicar la profunda desesperación que Pablo sentía. Él escribió: “Caí en tal agonía, que no pensé que sobreviviría. Pensé que me iba a matar.”
Por supuesto que Pablo fue liberado. Él salió victoriosamente. Pero el nunca olvido esa horrible hora de desesperación.
Muchas personas piadosas – devotas, santas, siervos de Jesús que oran – saben de lo que se trata el clamor de Asaf. Su condición no es un estilo de vida. No, simplemente son amadores de Dios quienes han sido abrumados porque Satanás ha entrado como una inundación. Como Pablo, son presionados más allá de su resistencia.
Cristo es nuestro ejemplo en todas las cosas
concernientes a la vida, y esta baja condición
no es una excepción.
Cristo es tocado con los sentimientos de nuestras enfermedades. Y hasta él enfrento tal hora de profunda prueba. Él le dijo a Andrés y a Felipe: “Ahora está turbada mi alma” (Juan 12:27). Cuando Jesús dijo esto, él estaba enfrentando la cruz, sabiendo que su tiempo de muerte estaba cerca. La palabra griega para turbado aquí significa agitado o perturbado.
Jesús estaba enfrentando la prueba más intensa de su vida. De hecho, era tan profunda y oscura, que después él clamaría, “Dios, ¿por qué me has abandonado?” Él hasta les dijo a aquellos que lo crucificaban, “Esta es tu hora, y el poder de las tinieblas” (Lucas 22:53).
Qué declaración hace Jesús. Sin embargo, Cristo estaba diciendo, en esencia, “Esta es la hora de Satanás.” El periodo justo antes de su muerte fue el momento del enemigo para acosarlo. El diablo amontonó todo su poder para molestar el corazón de un santo hombre de oración.
De igual manera, puedes estar seguro que tu hora oscura y molesta es obra de Satanás. El Señor no pone tan terrible depresión sobre su pueblo. ¿Cómo sabemos esto? Como Asaf, nosotros oramos, adoramos, buscamos hacer la voluntad de Dios, deseamos total liberación del poder del pecado. Y eso es exactamente la clase de vida que Satanás viene a dañar.
Al mismo tiempo, podemos estar seguros que Dios ha permitido que esta hora llegue por una buena razón. Jesús le dijo a sus discípulos: “¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora?” (Juan 12:27). Él les estaba diciendo, “No puedo explicártelo plenamente. Todo lo que puedo decir es que Dios ha permitido este momento, esta hora de tinieblas.”
Alguna vez has pensado, “¿Qué puedo decir? No tengo palabras para explicar lo que estoy pasando. Estoy molesto, perturbado, pero no puedo decir por qué. No me pidas que lo explique porque no puedo.”
¿CUÁL PUEDE SER EL PROPÓSITO DE DIOS ,en una hora tan horrible? Pablo nos muestra el propósito especifico de Dios en nuestros tiempos de profunda prueba: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.
“Así como abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación. Pero si somos atribulados es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados es para vuestra consolación y salvación, la cual se realiza en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos. Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que, así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación.” (2 Corintios 1:3-7).
¿Puedes ver el propósito de Dios aquí? En medio de nuestras aflicciones, el Espíritu nos consuela. Y a su vez, somos capaces de llevar consuelo a otros que sufre profundas aflicciones. Esta es la obra del Espíritu: llevar consuelo a su pueblo a través de las voces que fueron probadas. Por lo tanto, podemos saber que mientras nuestro propio sufrimiento empeora, el consuelo del Señor es aun mayor dentro de nosotros.
Hay dos queridos hermanos en nuestra lista de correo ministerial llamados Israel e Isaí Martín. Israel tiene 100 años de edad e Isaí tiene 102. Uno dejo de trabajar a los 92, y el otro a los 97. Cada uno de ellos ama al Señor y han recibido mis mensajes por años.
Estos hombres tan solo no son hermanos naturales, sino que verdaderos “hermanos en el Señor.” Ambos testifican que, de una vida de grandes pruebas, el gozo y dulzura del Espíritu ha profundizado en ellos. Ellos son testigos de terribles desastres a lo largo de un siglo – la Gran Depresión, dos Guerras Mundiales, sequías terribles. Y ellos han sufrido personalmente a través de su larga vida. Pero, a los 100 años de edad, estos hombres son capaces de sonreír y proclamar con mas confianza que antes, “A través de todo, Dios no nos ha fallado ni una vez.” Su testimonio después de ‘haberlo visto todo’ es un consuelo del Espíritu Santo a todos nosotros.
¿Qué molestaba a Asaf tanto que no podía dormir?
El testimonio de Asaf era, “Clamo al Señor, oro a través de la noche, y yo sé que el me escucha. Pero no veo respuestas a mis oraciones.”
Recuerda, este líder del coro de Israel había testificado del carácter de Dios en el Salmo 50:15, “Invócame en el día de la angustia; te libraré y tú me honrarás.” Claramente, Asaf había conocido las liberaciones a través de la oración. Él había experimentado respuestas a sus intercesiones. Él era un fiel ministro, recordándoles a otros a confiar en Dios y no a entristecerlo con incredulidad.
Pero ahora, mientras un espíritu de desesperación vino sobre Asaf, el no podía sacudirlo. Él escribe, “Me acordaba de Dios, me conmovía; me quejaba y desmayaba mi espíritu.” (Salmo 77:3).
Asaf entonces recordó sus pruebas pasadas, otros tiempos cuando fue liberado. Él dice que él “Consideraba los días desde el principio, los años pasados. Me acordaba de mis cánticos de noche;…” (77:5-6). Este fiel siervo trató de recordar como Dios había contestado sus oraciones, y como después él había cantado gozosamente acerca de las victorias de la fe.
Pero ahora él estaba enfrentado la prueba más grande de su vida, y estaba abrumado física, mental y espiritualmente. Él declara, “Me queje porque era demasiado para soportar.
¿Cuál era la queja de Asaf? Él dice, “¿Desechará el Señor para siempre y no volverá más a sernos propicio? ¿Ha cesado para siempre su misericordia? ¿Se ha acabado perpetuamente su promesa? ¿Ha olvidado Dios el tener misericordia? ¿Ha encerrado con ira sus piedades?” (77:7-9).
Asaf estaba plagado por estas preguntas, escribiendo, “… Enfermedad mía es esta;” (77:10). Él estaba declarando en efecto, “Esto es lo que me apena: Dios ha cambiado. Hay una variación en el Señor que pensé conocía. Él ha cambiado su actitud hacia mí por alguna razón. Recuerdo todas sus liberaciones pasadas en mi vida. Pero no hay ninguna para mí ahora.
Simplemente, Dios no está ya a mi favor. Siento como que me ha echado a un lado. Estoy confundido, molesto, abrumado y siento como que Dios está alejado de mí en esta prueba. Yo sé que el escucha mis oraciones, pero no las contesta. Hasta donde puedo ver, Dios me ha olvidado. Evidentemente, el no está en el negocio de liberar a su pueblo.”
Amado, puede que no estés deprimido. Puede que no te sientas tan devastado como estuvo Asaf en su prueba. No dudas que Dios contesta tus oraciones, y sabes que el Señor no está enojado contigo. Pero, aun así, hay una desilusión en lo profundo de tu ser. Estas frustrado porque cosas en tu vida no están funcionando como esperabas o planeabas.
Esta frustración puede aparecer en cualquier número de áreas: finanzas, profesión, matrimonio, hijos o ministerio. Pero todo a tu alrededor, parece estar funcionando bien para los demás. Tus hermanos y hermanas en Cristo parecen estar bien. Pero tu vida parece estar estancada, o quizás empeorando. Ahora comenzaste a pensar, ¿Cómo saldré de esta espiral en descenso? Parece no haber esperanza.”
¿Cómo podemos salir de estos horribles periodos
de depresión y desilusión?
David salió de esta espiral con un cántico. Y Asaf también. Ciertamente, multitudes de santos piadosos a través de la historia han salido de su depresión y desilusión de esta misma manera.
Las escrituras demuestran que David, Asaf, Job y otros santos del Antiguo Testamento salieron de sus tiempos oscuros recordando la fidelidad de Dios a generaciones pasadas. David escribió que cada vez que su corazón estaba desolado, “Me acordé de los días antiguos; meditaba en todas tus obras; reflexionaba en las obras de tus manos.” (Salmo 143:5). Asaf hizo lo mismo: “Me acordaré de las obras de Jah; sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas.” (77:11). Ciertamente, Asaf dice que todo Israel “y se acordaban de que Dios era su refugio,” (78:35).
Es una bendición maravillosa recordar nuestras liberaciones pasadas. Deuteronomio nos dice: Te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová, tu Dios… Cuídate de no olvidarte…” (Deut. 8:2, 11).
Sin embargo, recordar las liberaciones de Dios era más que una bendición para los santos del Antiguo Testamento. Era una disciplina necesaria. Los israelitas inventaron toda clase de rituales y observaciones para recordar la liberación del Señor en sus vidas.
De igual manera, hoy, la iglesia de Jesucristo es llamada a recordar las liberaciones pasadas de Dios. Sin embargo, hemos recibido una manera para recordar que es mucho mejor que en los tiempos del Antiguo Testamento. Como puedes ver, desde los días de David y Asaf, Dios ha derramado su Espíritu Santo. Y el Espíritu ahora habita en nuestros cuerpos humanos.
El Espíritu Santo no tan solo nos consuela en nuestros tiempos de oscuridad. El no solamente trae a memoria las fidelidades pasadas de Dios. El Espíritu también nos da un entendimiento del propósito detrás de nuestras pruebas ardientes. Y él hace esto para que nuestra fe no falle.
Vemos la diferencia en la vida de Asaf. Este hombre devoto y santo no comparte ningún entendimiento con nosotros en el Salmo 77. Simplemente, no sabemos lo que esta hora oscura hizo en su vida. Todo lo que él pudo decirnos era: “En el mar fue tu camino y tus sendas en las muchas aguas; tus pisadas no fueron halladas.” (Salmo 77:19). La conclusión de Asaf fue: “Los caminos de Dios son desconocidos. No sé porque él permitió que cayera en tal depresión y desilusión. Solo me regocijo porque me liberto.”
La respuesta de Pablo en el Nuevo Testamento es muy diferente. Él nos dice: “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios,” (1 Corintios 2:10). Entonces él añade esta importante declaración: “Del mismo modo, nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.” (2:11). Él está diciendo, en resumen, “Sin el Espíritu Santo, los pasos de Dios en nuestras vidas no pueden ser conocidos ni entendidos.”
No puedes recuperar tu gozo, paz o reposo plenamente
hasta que tengas un entendimiento claro de porque Dios
ha permitido tu prueba al estilo Job.
Simplemente, nunca conoceremos la paz de Dios en nuestra aflicción hasta que su propósito para ella es una verdad asentada en nuestras almas. Tenemos que entender que nuestra hora oscura, nuestra prueba dolorosa, ha sido permitida por el Señor para su propio propósito glorioso. ¿Cuál es ese propósito? Simplemente, seremos el enfoque del increíble consuelo del Espíritu Santo.
Vamos a salir del fuego limpios y más fuertes. Y obtendremos un ministerio mayor que de cualquier predicador famoso. ¿Cuál será este ministerio? Es el ministerio del consuelo comprobado y la victoria a un pueblo herido. Y el resultado de este ministerio será como lo describió Daniel: “Muchos serán limpios, emblanquecidos y purificados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá; pero los entendidos comprenderán.” (Dan. 12:10).
¡Que increíble llamado tenemos! Sufrimos grandes pruebas para ser las manos consoladoras de Dios para otros.
Dos años atrás, mi hija Debbie y su esposo Roger perdieron a su hija de doce años, Tiffany, a causa del cáncer cerebral. Yo conozco la agonía por la cual pasaron, las noches pensando: “¿Qué posible propósito puede tener Dios en esto?”
Hace un tiempo, Debbie estaba en una tienda cuando vio a una mujer sentada con lágrimas que le corrían por el rostro. Debbie le pregunto: “¿Puede ayudarla de alguna manera?” La mujer respondió, “Usted nunca entenderá lo que estoy pasando.” Finalmente, Debbie animo a la mujer para que le contara su dolor. La mujer explico, “Perdí una criatura al cáncer.”
En ese momento, la dulzura del cielo descendió. Debbie puso sus brazos alrededor de esta mujer. Y mientras mi hija compartió su propia historia, ambas mujeres encontraron una medida del amor sanador de Dios.
Querido santo, Dios no te ha olvidado en tu prueba profunda y oscura. Los dejo con esta palabra de ánimo del Salmista: “porque tú, Dios, nos probaste; nos purificaste como se purifica la plata. Nos metiste en la red; pusiste sobre nuestros lomos pesada carga. Hiciste cabalgar hombres sobre nuestra cabeza. ¡Pasamos por el fuego y por el agua, pero nos sacaste a la abundancia! … Más ciertamente me escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica. ¡Bendito sea Dios, que no echó de sí mi oración ni de mí su misericordia!” (Salmo 66:10-12, 19-20).
Por David Wilkerson


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